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Es verdad que hay gente en la política que se aprovecha del sistema para ordeñar la vaca pública en beneficio propio. Pero también lo es que hay muchos políticos que aportan tiempo y esfuerzo con poca compensación económica y social.

Es verdad que algunos fardan de la profesión, se creen que el hábito hace al monje, pero también lo es que muchos soportan el desprecio a su clase cuando con su trabajo la dignifican. Es verdad que en la política hay corruptos, incluso que el sistema de partidos permite a los corruptibles hacer carrera, pero también lo es que hay algunos candidatos en estas elecciones que se presentan para un cargo público teniendo un empleo al que están dispuestos a renunciar sabiendo que van a cobrar menos dinero.

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Hay gente aprovechada en la política, pero también personas generosas, que se apuntan a una lista con la idea de mejorar la ciudad o la Isla donde viven. Merecen un respeto y entristece ver cómo por el hecho de poner el nombre en una candidatura algunos ven una mancha cuando tendría que ser una medalla al valor.

Entre los candidatos que concurren a estas elecciones se descubren todos los perfiles: el longevo dinosaurio; la serpiente escaladora; el profesional; la aficionada; el funcionario de nivel 3; el fiel del argumentario; el experto pulsador del votómetro; el negociador; el victimista; el «estoy de paso»; el «no a todo»; el ciudadano; el revolucionario con matices. Muchos de ellos, gente de buena voluntad, con más o menos conocimientos.

Me gustaría que todos estos aspirantes figuraran en una lista abierta, donde los votantes, en ejercicio de su responsabilidad, se preocuparan de conocerles antes de darles dinero para que lo gasten en beneficio de todos. Si administran algo que nos pertenece convienen que se ganen y que obtengan nuestra confianza.