Cuando hoy se habla de rescate uno ya no se imagina a Tom Cruise en una operación imposible, sino a la Unión Europea decretando la intervención de la caja de un país. Las emociones y los disgustos los crea la economía. Ahora, a petición de los empresarios menorquines y con la gestión del presidente del Consell, José Ramón Bauzá, se ha comprometido a diseñar un plan de rescate de la economía insular.
Por mucho que alguien pretenda pintar la realidad de rosa, el anuncio del plan es un reconocimiento -lo contrario sería ejercer de avestruz- del estado de debilidad de la actividad económica de la Isla. Es positivo que desde la administración se pongan en marcha medidas especiales que animen la economía. Ya era hora. Seguramente, la poca implicación del Govern para resolver el drama del transporte aéreo debería ser el primer punto del plan.
Pero, no podemos volver a creer que la responsabilidad es de los cargos públicos y que les corresponde a ellos resolver nuestros problemas.
A pesar de los datos del PIB y de la reiteración de que Menorca depende del turismo, los menorquines nos seguimos resistiendo a creerlo. No hemos superado la etapa de los empresarios del calzado que invertían en apartamentos pero no en negocios turísticos. Queremos el dinero que dejan los turistas, pero nos disgustan las playas llenas, la carretera lenta, las colas en el supermercado, la temporada demasiado corta, los trabajos de muchas horas y los salarios pequeños. En definitiva, no apostamos de forma decidida por el turismo porque creemos que vamos a perder el estilo de vida que hemos heredado. Y mientras, con pocas alternativas económicas, no somos capaces de pactar la dirección para dar pasos en esa línea. La lista de oportunidades perdidas es amplia. La última: la reforma de la carretera general.