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Se me fatiga el alma cuando veo de qué manera tan absurda falseamos nuestra riqueza gastronómica, ofreciendo al turismo que nos honra con su presencia unas comidas que para nada son representativas de la maravillosa cocina española. Esos desayunos con un par de huevos fritos (a veces ni siquiera fritos, pues los apañan a la plancha), unas tiras de bacon y un café con leche, cuando no un plato de fríjoles… Eso no es un desayuno español y menos aún menorquín que comúnmente consistirá en una barra de pan (coc) amb sobrassada, butifarró, coc amb formatge y membrillo, a veces con miel. El desayuno payés es más consistente, no siendo extraña una fuente de patatas fritas, a veces con trozos de boniato mezclados o patatas con pimientos y berenjenas, que creo que le decían marranía y un buen tazón de sopas de leche o café.

La paella española y la tortilla de patatas las han oído nombrar los turistas pero lo que aquí les damos puede estar muy lejos de ser una paella o una tortilla de patatas como dios manda.
Pocos o ninguno de los turistas que llegan a Menorca van a saborear un oliaigua amb figues, una caldera de peix, una caldera de morena, calamares a la menorquina, en otoño, esclata-sangs amb sobrassada as caliu, galldindi as forn relleno de cuscussó, pilotes a la menorquina, albergínies planes as forn y un largo etcétera que tampoco es necesario enumerar.

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Por eso tampoco disfrutarán los turistas de otras gloriosas viandas de nuestros hornos de leña: cochinillo o lechal al estilo de Sepúlveda o Segovia.

Los centros turísticos se esfuerzan en darle al visitante una comida que se parezca a la que consumen en su país de origen o que por lo menos no la encuentren extraña, resultando las más de las veces una cosa híbrida que en puridad no es 'ni carne ni pescado'. Me he preguntado muchas veces por qué en la mesa turística de Menorca no hay siempre la posibilidad de un postre con cualquiera de nuestro insuperables quesos, para mi gusto el Coinga, como es tan frecuente por ejemplo en Francia.

De los quince días que he pasado últimamente en Kenya, he tenido que buscar fuera de los circuitos turísticos la genuina cocina keniata, y no me fue fácil, y no me refiero a la cocina rara o de subsistencia, la que preparan para nostálgicos atrevidos (o cata caldos como yo). Como aquella noche que de las seis o siete carnes que comí, la más normal era la de cocodrilo. La cocina ordinaria de Kenya es frecuente que lleve patata, suele estar bastante especiada y el pan frecuentemente será torta de maíz. No suele faltar la Nyama-choma (carne a la barbacoa). La tilapia del lago Victoria con salsa pili-pili, el mukimo, plato kikuyu, en fin, que solo a fuerza de buscarla pude encontrar la cocina genuinamente de Kenya. En los circuitos turísticos habría comido un mestizaje entre keniata y europeo, algo para mí imperdonable pues de siempre tengo por norma comer la cocina de allá donde quiera que mis trashumancias me lleven.