Me estoy trabajando la amistad de Heródoto, a través de su «Historia», nueve rollos de papiros de hace 2.500 años, recopilados en un magnífico libro. Más que el primer historiador de la historia, fue el primer periodista, el primer reportero, viajero por todo el mundo conocido, recopilando datos y contrastando fuentes.
Por eso no tengo dudas sobre la veracidad del resultado de la expedición de Darío, el rey persa, a principios del siglo V aC, contra los escitas, unos nómadas, amantes de la libertad a quien tocó en suerte la defensa de la puerta de Occidente (la futura Europa) ante la fuerza de los 700.000 medos, poco después de que hubiesen derribado las puertas de Babilonia.
El ejército de los escitas era difícil de atacar. Estaba disperso y un pesado ejército persa se desesperaba ante la guerra de guerrillas de los «europeos». Algunos ven en este capítulo un momento trascendental en la lucha de Oriente y Occidente por el dominio del territorio. Llegó el día en que los dos ejércitos se encontraron cara a cara. El enorme poderío persa pronosticaba una clara victoria visitante.
Sin embargo, en el momento culminante, Darío vio que los escitas se reían y corrían de un lado para otro, todos ellos, divertidos y sin prestar atención a los medos. Preguntó por el motivo de la chanza. «Ha cruzado una liebre por delante de su ejército y la están persiguiendo» le informaron. El rey de reyes tomó entonces la decisión de replegarse y abandonar la guerra contra los escitas. Así fue como la punta de lanza de Oriente no llegó a dominar esas tierras y quizás permitió que la historia se desarrollara para construir la actual Europa, hoy en jornada electoral.
En esta Europa donde tenemos tantas guerras abiertas, una liebre nos ha distraído durante la campaña electoral. Me pregunto qué habría pasado si hubiese sido un conejo.