Días atrás estuve en Palma en viaje de ida y vuelta el mismo día, éramos 14 a la ida y 19 al regreso, raramente me toca viajar en un avión al completo. Y sin embargo, no falta día en que no se publiquen críticas contra la precariedad de los servicios aéreos y sus tarifas, como si no fuera irremediable que estemos metidos de hoz y coz en un sistema de mercado, o sea, que los asientos vacíos desde/a Menorca, los pagan luego los ciudadanos a través de los impuestos indirectos…
Pero no solo ocurre en los transportes aéreos: da pena ver circular por Mahón a numerosos autobuses vacíos o casi, programados (seguramente a fondo perdido) por exigencias del respetable… Tenemos un Aeropuerto colosal (para más del doble de sus necesidades), una mastodonte desviación en Ferreríes (con una curva inverosímil, además de aciaga), vamos a tener media docena de rotondas gigantescas, intentamos vanamente tener un equipo de baloncesto en la primera Liga y varios equipos de fútbol compitiendo entre si, etc. Los isleños, y los menorquines especialmente, se sienten el ombligo del orbe terráqueo, usufructúan un ego colectivo (Jung) muy engreído: la nómina de los auto-denominados artistas, sobre todo pintores, es inabarcable. Sentada en el asiento contiguo, una señora exige un gran hospital para Ciutadella… Recordé un aforismo francés, que por obvio no quise traducir: Il faut pas péter plus haut que son cul…