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En España el precio de los vinos no guarda relación con su calidad, sino más bien, con ese injusto baremo de la oferta y la demanda. A mucha demanda y poco vino que ofertar, le seguirá un precio injustamente alto.
De los tres primeros países europeos vitivinícolas por excelencia, Francia, Italia y España, será en España donde podemos por menos precio, encontrar vinos verdaderamente excepcionales.

Les puedo garantizar que en las bodegas o locales que comercializan vinos, podemos encontrarlos por 5 ó 6 euros que en cualquier otro lugar de la archidiócesis vitivinícola alrededor del mundo, nos costarían 2 ó 3 veces más, y no digamos en restaurantes. Se me escapa la razón del porqué una botella de vino puede llegar a doblar o triplicar su precio. Aquí mismo un vino normalito de aguja de 3 ó 4 euros pongo por caso, en el restaurante de la esquina nos cobrarán de 10 a 12 euracos. Algo que francamente me parece excesivo.
Dentro de muy pocos años, nos llevaremos monumentales sorpresas ante la calidad de vinos que hoy son ignorados por el gran público. Me refiero a vinos de Suráfrica, de América del Norte y sobre todo australianos. De hecho, ya se comercializan algunos de esos vinos a 600 euros la botella, o sea, unas 100.000 de las antiguas pesetas.

Las vinotecas de algunos países ofertan al público, si el cliente lo pide, una copa de vino de cualquier marca que esté en alza en el mercado consumidor de los grandes vinos.

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Ahora en Madrid, en el mercado de San Miguel (detrás de la madrileña Plaza Mayor) han abierto una muy bien surtida vinoteca. La semana pasada con una tosta generosamente pringada de paté de perdiz, me tomé una copa de un extraordinario Vega Sicilia, y por no mezclar las churras con las merinas, dejé para la próxima ocasión una copa de Petrus, delicatessen ahora posibles, impensables hacen solo un año atrás, porqué una copa de esos vinos, no te la servían, lo que te obligaba a comprar la botella.

Pero volviendo a ese punto exigible de maridar calidad y precio, me reitero en afirmar que en términos generales, ningún otro país puede competir con España. La calidad de muchos vinos españoles está muy por encima de su precio, vinos que no precisan de esa protocolaria exhibición de tener que ser decantados ni gratuitamente acompañados de la reiterada fraseología de a qué nos sabe apareciendo siempre los frutos negros del bosque, el paso goloso, y así toda una sarta de banalidades al uso, tan cansina como inútilmente repetidas.

Si hace al caso, un día ya les hablaré de esa antigua costumbre de decantar los vinos, algo que en determinados casos es necesario y hasta fundamental, si queremos salvar un vino de los achaques de la vejez.