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Cuando un año se acaba y otro está a punto de empezar, debemos tener presentes los enormes retos a los que tendremos que enfrentarnos en casi todos los ámbitos: economía, política, ciencia, tecnología, ética...Me refiero a los que compartimos socialmente con otros seres humanos, aunque los retos personales (del tipo, adelgazar) sean también muy importantes y puñeteros. Hay problemas, que si no los afrontamos unidos, seguro que tienen muy mal pronóstico.

Aunque ya no se pueda volver atrás en el tiempo, y no sepamos lo que ocurrirá a ciencia cierta, en este nuevo mundo todavía en pañales necesitamos acuerdos, consenso, cooperación... en temas que nos desbordan por su complejidad y por su propia naturaleza. En un momento, precisamente, donde todo parece ayudar a lo contrario: a que cada uno tire por su lado y vayamos haciendo más enemigos que aliados.

Pasaremos buenos y malos ratos, no hay duda. Confiemos en que el balance sea favorable a los primeros. Un año da para mucho. Es urgente que nos vaciemos de odio, de rencor, de malos rollos... De lo contrario, las diferencias se harán abismales y podemos convertir cualquier paraíso, en un infierno.

Cuando aumentan las desigualdades, la corrupción y la pobreza, aparecen rotos que van deteriorando el tejido social. Y si dejamos que eso ocurra, debemos recordar lo que nos ha enseñado tantas veces la historia: que, tarde o temprano, todas las fracturas se pagan.