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Desafiando la alevosía y nocturnidad de la noche mahonesa, y motivado, de una parte por los acendrados ditirambos de Maria Camps, Pedro Jota y del titular de la sección, Sabino Seguí, dedicados a la película «Blue Jasmine», de Woody Allen; y por otra parte, intrigado por la rotunda somanta suministrada al citado por el titular de «El País», Carlos Boyero, reanudé mi asistencia al Ocimax, después de meses de ayuno. En su laudatio uno ellos mencionaba «el abismo vacío de la depresión aristocrática», mientras que el otro escribía «capitalismo de casino como decorado». De gustibus non disputandum…

Empíricamente contrastado, ahí va mi veredicto: «Blue Jasmine» me ha parecido una película redonda a nivel de la escritura, con un guión sabiamente milímetrado y unos intérpretes at the top; una película redonda , sí, un suntuoso producto artístico pero hueco. Mi título hace referencia al dictamen, ya famoso, de Hannah Arendt, sobre la banalidad del mal. Una pretendida (?) crítica de la crisis actual sobre la trágico-cómica alienación de una señora bien, desesperada por el mono causado por la pérdida del consumismo chic, que le obliga a un continuada exhibición de niaiseries ( ver el Larousse, s.v.p.) , me ha dejado outside. ¿Película para señoras? A la salida, algunas usaban el klenex. Y afuera, llovía apaciblemente sobre Es Cós, desierto y desvalido…