16 de diciembre de 2013. En momentos difíciles como los que se están pasando siempre existen grupos y a veces los mismos gobiernos que tratan de desviar el malestar general buscando culpables en otro lugar. Es típico de los humanos el plantear todas las luchas como enfrentamientos entre los «buenos» y los «malos». Hollywood ha sido un gran maestro en simplificar todos los conflictos a enfrentamientos planteados en esos términos.
En la vida real, todos tenemos una cierta tendencia en presentar los problemas que nos afectan en los mismos términos. Con los buenos no hay problema de identificación, los buenos siempre somos nosotros. La cuestión está en encontrar el malo, a una persona o grupo a quienes atribuirles todos los males que nos afectan.
En Alemania, antes de la segunda guerra mundial, la identificación de los malos se hizo con los judíos y ellos fueron el blanco de todo el odio acumulado por una generación. Las consecuencias fueron horribles y esperemos que nunca se repita una situación como esa. Ahora vemos en algunos países europeos una tendencia a culpar a los emigrantes de los países del Este y eso es peligroso. Los emigrantes siempre han sido un blanco fácil para muchas acusaciones.
Creo que es muy importante que cuando se nos plantee que alguien es el malo analicemos con cuidado la situación desde la perspectiva del acusado y veamos si realmente tiene sentido la acusación que se hace. Veamos un ejemplo.
¿Quién es el malo más universalmente reconocido? Yo diría que un ejemplo de malo reconocido es Judas Iscariote, quien según nos cuentan traicionó a Jesús de Nazaret por treinta monedas de plata. La historia de la traición aparece en los cuatro evangelios canónicos. Desde pequeños se nos presentó a Judas como el arquetipo de malo, aún recuerdo frases oídas en la infancia como: «és de sa pell de Judes», cuando se quería indicar que alguien era muy malo.
¿Pero fue Judas «el malo»? A mí siempre me sorprendió la escena que presenta Juan en el capitulo 13 versículo 27 de su evangelio. En la última cena, después de que Jesús mencionara que sería traicionado y los apóstoles mostraran su sorpresa, se dirige a Judas y le dice: "Lo que vas a hacer, hazlo pronto" y Judas se va sin decir palabra. Esta escena para mí refleja más bien a dos personas que se han puesto de acuerdo en lo que se va a hacer que un intercambio entre víctima y verdugo. Pero, claro, nunca hemos oído el punto de vista de Judas.
Bueno, realmente no habíamos oído a Judas hasta hace pocos años, pero ahora sí sabemos algo sobre su versión de los hechos. En 1970 se encontró en Egipto una copia del Evangelio de Judas Iscariote traducida al copto de un original griego. Entonces casi nadie se enteró de ese hallazgo. No fue hasta el 2006 que la Sociedad del National Geographic lo hizo público como parte del llamado Código de Tchacos y posteriormente fue traducido del copto.
El evangelio de Judas parece haberse escrito alrededor del año 150. Por tanto el evangelio no fue escrito por Judas, pero tampoco el de Juan fue escrito por el apóstol. Casi ninguno de los evangelios conocidos, unos 40, fueron escritos por quienes se les atribuye. Pero lo que sí nos da el evangelio de Judas es una visión desde el punto de vista de Judas.
Según este evangelio, Judas fue el único apóstol que entendió realmente a Jesús. Los otros apóstoles estaban siempre despistados y perdidos sobre lo que Jesús enseñaba, como también se puede percibir en alguno de los evangelio canónicos. Debido a esto, Jesús decidió revelar solo a Judas su mensaje. Este es el contenido principal de su evangelio. En cuanto la entrega de Jesús a sus ejecutores, eso era la misión que tenía Judas, no fue traición.
¿Cuál es la versión auténtica? Eso no lo sabremos nunca, lo que sí sabemos es que hay más de una versión posible de lo que pasó en Judea, como la hay de todas las cosas y antes de atribuir a alguien la maldad tenemos que entender cuál es su visión de la historia.
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