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En mi casa hay una chimenea pero nunca la he encendido. Hasta que llegan amigos y te dicen cómo es que no la enciendes con lo bonito que es; con el ambiente que crea. Reticente, hasta que caí en la tentación. Con el coche nos fuimos, el año pasado, a comprar leña a una gasolinera. ¡Qué emoción vamos a encender la chimenea! será como en las películas americanas: sofá enfrente del fuego con pantuflas, mantita, y perro a nuestros pies. Toda una estampa familiar y hogareña hasta que la encendimos, o tan solo fue un amago porque me da a mí que nunca llegamos a encenderla pues menuda montamos con este elemento decorativo de invierno, la chimenea. Encenderla primero es un pulso, así que hay que jugársela a los chinos: él o yo, y porque no había nadie más si no... «Que yo se encenderla»; «que yo sé más porque fui boy scout»; «perdona yo toda mi vida la he visto encender en casa de mi madre y sé perfectamente cómo hacerlo». ¡Vamos! que lo que pretendía ser una velada junto al hogar casi termina llamando a los bomberos. Empezó a salir humo, empezamos a toser, uno abanicando con un suéter a modo de ventilador de aspas, el otro abriendo ventanas, el otro cerrándolas porque hace frío. ¡Imagínense, qué desastre!

Al final apagamos el fuego con agua, al día siguiente limpiamos y sustituí el brasero por un hermoso helecho. Claro el chiste a la hora del café con las amigas estaba servido. Ha pasado ya el año, y ahora me entra morriña de volver a encender la chimenea, porque es como encender la Navidad. Esta vez tomaremos clases para hacer tal hazaña, nos lo tomaremos como profesionales. Pero es bien cierto que hace hogar, caliu. Andar por las calles frías de Menorca y oler a troncos de roble, de naranjo que queman es disfrutar aún más de la esencia de la isla. Y más en el mes que entramos. Un mes de lucecitas. Eso los ingleses, americanos saben hacerlo muy bien. Saben crear historias desde las mismas calles hasta en sus hogares. Bella cultura que nos hemos apropiado. Y creo que la llama de la chimenea incita a encender luces de vela; a montar el árbol de Navidad, los nacimientos; a cantar villancicos; a reunirse en familia; a hacer comidas; a pensar en el desprotegido, en los amigos. La lumbre y lo que le rodea ayudan a que entremos en calor. La luz nos hace ser más sensibles a sentirnos bien, a sentirnos amados. Así que si no tienes una chimenea real puedes hacerla virtual mediante la pantalla del ordenador, o del televisor, vale no será lo mismo pero el sentimiento está dentro. Es el que te hace entrar en temperatura armónica.

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