Relaxing cup
Encender la chimenea
En mi casa hay una chimenea pero nunca la he encendido. Hasta que llegan amigos y te dicen cómo es que no la enciendes con lo bonito que es; con el ambiente que crea. Reticente, hasta que caí en la tentación. Con el coche nos fuimos, el año pasado, a comprar leña a una gasolinera. ¡Qué emoción vamos a encender la chimenea! será como en las películas americanas: sofá enfrente del fuego con pantuflas, mantita, y perro a nuestros pies. Toda una estampa familiar y hogareña hasta que la encendimos, o tan solo fue un amago porque me da a mí que nunca llegamos a encenderla pues menuda montamos con este elemento decorativo de invierno, la chimenea. Encenderla primero es un pulso, así que hay que jugársela a los chinos: él o yo, y porque no había nadie más si no... «Que yo se encenderla»; «que yo sé más porque fui boy scout»; «perdona yo toda mi vida la he visto encender en casa de mi madre y sé perfectamente cómo hacerlo». ¡Vamos! que lo que pretendía ser una velada junto al hogar casi termina llamando a los bomberos. Empezó a salir humo, empezamos a toser, uno abanicando con un suéter a modo de ventilador de aspas, el otro abriendo ventanas, el otro cerrándolas porque hace frío. ¡Imagínense, qué desastre!
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