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Imagino que movidos exclusivamente por el noble empeño de contribuir con su pequeño grano de arena a que la fiesta no decaiga, la UGT se suma animosa a la orgía del mangoneo que se disfruta en este podrido país, si me permiten el pequeño desahogo.

Supongo también que en el fondo andarían algo celosos al constatar que en estos tiempos épicos, quien no hurga en la caja no sale en la foto. Pero, para su vergüenza*, su aportación al deporte nacional ha quedado por debajo del corte, marcado en esta disciplina por verdaderos atletas de la cosa como Fabra, Matas o Díaz Ferrán, por no hablar de las cajas de ahorro, del rumboso Urdangarín o de los creadores y los beneficiarios de los ERE andaluces; no se descarta incluso que en un futuro no lejano se llegue a incorporar a los festejos la cúpula del Partido Popular si -como parece posible- se acaba demostrando finalmente que el agua turbia en que flota Bárcenas debe su aspecto manifiestamente insalubre a los hilillos de plastilina que el juez Ruz va encontrando en el fondo de la hedionda sopa de apuntes contables poco hechos y nutritivos sobres rellenos de tomate.

A todo esto, las reacciones de los principales partidos resultan de lo más edificantes:

Tenemos por una parte a la extraña pareja que forman Pons (Matthau) y Floriano (Lemmon), tan admirables, no en su faceta política, en la cual (que me perdonen la franqueza) resultan ser tan mediocres como todos sus colegas, sino por la vis cómica con que interpretan sus monólogos, realizados por encargo del partido siempre que caen chuzos de punta, y que ellos asumen dócilmente -acostumbrados como están a comerse marrones-, armados con un rifle de repetición que dispara machaconamente la consigna de turno, venga o no a cuento con las preguntas que les vayan haciendo los periodistas.

«Somos tan honrados como todos» se le cayó de la boca por ejemplo a Pons en una interpretación magistral en su papel de didáctico y paciente hombre de estado, mientras guiñaba sutilmente un ojo como para señalar el momento en que se esperaba del público un sonora carcajada. Tal es su desparpajo.

Para nuestra desgracia son en efecto más o menos «tan honrados como todos». Tan honrados como los de la acera de enfrente, quienes en su Junta General de Accionistas (supongo que convocada por la pérdida alarmante de clientes) a la que llamaron Conferencia Política, se afanaban en explicar que la corporación estrena un nuevo rumbo, pero olvidaron explicar si ese nuevo rumbo incluiría una lucha por el cambio de la ley electoral (listas abiertas), por el adelgazamiento definitivo de la administración, incluyendo la drástica disminución del número de políticos y asesores a cargo del contribuyente, por la anulación de la capacidad del gobierno de adjudicar indultos injustificados, por el abandono de la práctica del reparto de jueces como si fueran capitanes de equipos de fútbol en el recreo de la escuela, y de otras cosillas por el estilo.

Unos y otros, desde sus bien montadas plataformas de existencia privilegiada, nos vienen a decir en una autocrítica de pacotilla que el problema reside en que no han sabido explicar bien sus actuaciones, y que de ahí nace el malentendido; que intentarán hacer pedagogía y mejorar la comunicación.

El asunto consiste en que en realidad bastó que Botín y el BCE entendieran. Nosotros por nuestra parte hemos comprendido perfectamente a pesar de la confusión con que se expresan: van, y seguirán yendo a su bola; no dependen de ellos mismos sino de sus inconfesables compromisos con el poder financiero y si encuentran un ratito durante su ajetreado mamoneo intentarán hacer una ley que proteja de la corrupción a... generaciones futuras, porque lo que es lo suyo es casi mejor que pasemos página (nos recomiendan), no vaya a ser que pase como en Sodoma, donde no se encontró un solo justo (añadimos nosotros).

*Trampear a estas alturas con bolígrafos y bolsos ofrece una imagen que recuerda algo en su estética al mítico Roldán en calzoncillos celebrando sus hazañas y en lo que respecta a la vertiente práctica, hoy día se lleva más el cash.