El sectarismo es mi bestia negra, seguida de cerca por los nacionalismos, con los que emparenta ontológicamente. El primero es una inveterada plaga, la que crispa a este país todavía llamado España y al que paraliza cuando no lo destruye. La RAE define al sectario como «secuaz fanático e intransigente, de un partido o una idea», y en «El País», días pasados, venía un ejemplo en verdad paradigmático, pues se trataba del sectarismo religioso, el peor y más escandaloso de todos: se reclama de Dios, y nuestra guerra civil fue su ejemplo más atroz. Sectarismo entre suníes y chiítas, entre católicos y protestantes, el de los mahometanos contra todos los demás, el de entre los peperos y los sociatas, y, last but not least, el de los judíos, ese pueblo que se autodenomina pueblo elegido; elegido par Dieu-lui-même, evidentemente...
Ad libitum
Sectarismo
30/11/13 0:00
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