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Hay una manera tradicional de freír las pescadillas que consiste en meterles la cola en la boca, quedando ésta sujeta por los finos dientes de este pez, y de esta suerte se sirven casi formado una circunferencia.

Se dice de la pescadilla que se come la cola, cuando ganamos al vender lo que hemos hecho, lo que nos costó conseguirlo, como le pasa al gobierno del Sr. Rajoy, que para conseguir puestos de trabajo, al abaratar tanto los salarios, que estos no dan después para poder consumir, y si no se consume, no se pueden crear puestos de trabajo. Es la pescadilla que se come la cola.

Con la actual situación creada por el gobierno, el empresario no va a subir los salarios mientras tenga a la hora de contratar a un trabajador, a seis millones de parados donde elegir. Dicho de otra manera: ¿para qué va a pagar a un trabajador/a, 1.000 euros si tiene docenas donde elegir que le harán el mismo servicio por 600 ó 700 euros?

Esa misma situación propicia que haya empresas que estén ganando lo que nunca soñaron ganar. Tienen trabajo con una mano de obra barata, en algunos casos obscenamente barata, y por ende, sumisa. Las exportaciones van bien, claro que van bien ¿pero van igual de bien los trabajadores? Pues no, mire usted, algunos van francamente mal, y no me refiero a los millones de parados que buscan trabajo, me refiero incuso a los que lo tienen, pero están cobrando un 30 incluso un 40 % menos. Por si fuera poco, en algunos casos, echando más horas que antes de la crisis, pero gratis, sin cobrarlas.

Y los sindicatos ¿qué hacen? De momento asistir casi impotentes al cierre de miles de empresas, pudiendo hacer muy poco o nada para impedirlo. Empresas donde en no pocos casos, el empresario es un trabajador más, que se ha hipotecado hasta las cejas, para quedarse finalmente tan en el paro como cualquiera de los trabajadores que tenía.

Los sindicatos tienen su propia hipoteca (reciben 15,7 millones de euros) al depender de esta manera del gobierno de turno. En cualquier caso, estamos ante un sindicalismo, que ve como su afiliación está también muy afectada por el número cada vez menor de trabajadores, y por ende de afiliados, donde además, y eso es lo peor, los que trabajan, temen que una actitud reivindicativa, les pueda significar a los ojos de patrón que prácticamente les puede despedir casi por cualquier motivo. Todo eso hace que el mundo del asalariado sea todo lo sumiso que ahora es. Por todo ello, algunos empresarios, sí que están saliendo de la crisis, a costa del salario de subsistencia y de trabajadores con miedo.