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El día 2 de junio de 1974 Jigme Singye Wangchuck se dirigió a los asistentes que acudieron a la ceremonia de su coronación como Cuarto Rey Dragón de Bután y les dijo: «La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto». Las palabras del joven monarca de apenas diecinueve años estaban destinadas a convertirse en el emblema de todo su reinado. Sin embargo, ¿qué significado tenían? Durante años, el rey había estado pensando que, en la mayoría de países, el Gobierno, las empresas y los ciudadanos se esfuerzan en generar riqueza económica. Aquellas personas que consiguen este objetivo normalmente tienen un nivel de vida confortable. Sin embargo, aquellas que no lo consiguen viven en la miseria, la pobreza o el aislamiento social. El Cuarto Rey Dragón de Bután consideró que éste no era el camino adecuado. Su punto de partida de inspiración budista era que todo ser humano aspira a la felicidad.

Por tal motivo, la acción del Gobierno tenía que estar dirigida, en la medida de lo posible, a promover la felicidad de la población en combinación con el crecimiento sostenible del país. ¿Y cómo se podía hacer eso? Era necesario desarrollar la economía hasta el punto de que el Gobierno obtuviera suficientes ingresos para garantizar la sanidad, la seguridad, la educación, la vivienda y el trabajo. Sin estos pilares, resulta difícil que las personas sean felices. A fin de medir la felicidad de sus ciudadanos, el Gobierno debía realizar encuestas periódicas en las que se evaluara el bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad ambiental, nivel de vida y buen gobierno. Durante los largos años de su reinado, el Cuarto Rey Dragón orientó su política según los postulados de la Felicidad Interior Bruta. Los resultados, sin duda, han sido excelentes. En el Mapamundi de la Felicidad, una investigación dirigida por el profesor Adrián White en la Universidad de Leicester (Reino Unido), Bután resultó ser el octavo país más feliz de los 178 estudiados por detrás de países muy desarrollados como Dinamarca, Suiza, Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia. Curiosamente, Bután había conseguido situarse en el top ten de la felicidad a pesar de que ocupa el puesto 154 en el ranking mundial por su PIB.

2 «todos los hombres buscan la manera de ser felices» —decía Pascal en sus Pensamientos- «esto no tiene excepción… Es el motivo de todos los actos de todos los hombres, hasta de aquéllos que se ahorcan». La búsqueda de ese estado anímico constituye la esencia de nuestra vida, lo que mueve nuestras aspiraciones y lo que construye nuestros sueños. En los últimos años, la psicología positiva ha dado un giro espectacular para centrarse en el estudio de aquello que nos hace felices y no lo que aflige nuestra mente. Los científicos han demostrado que la felicidad no solo aporta beneficios privados, sino también familiares y comunitarios. Las personas felices ganan más dinero y tienen mejores trabajos, son más productivas y creativas en el trabajo, negocian mejor que el resto, tienen más probabilidades de casarse y de que sus matrimonios sean más satisfactorios, tienen más amigos, están más sanos, son más generosos y ayudan más a los demás. Por tal motivo, la búsqueda de la felicidad no puede limitarse a algo propio de cada persona. Es un objetivo prioritario de la sociedad y del Estado.

Ya lo decía la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 al señalar que todos los hombres gozan del derecho a la «búsqueda de la felicidad» y que el pueblo tiene derecho a establecer un gobierno que organice sus poderes «de forma que les parezca más probable que genere seguridad y felicidad». Es posible que no podamos trasladar a España los postulados del Cuarto Rey Dragón. Al final y al cabo, Bután tiene poco más de 700.000 habitantes y es más pequeño que Aragón. Sin embargo, no debemos desechar por este motivo las aportaciones que ofrece la Felicidad Interior Bruta. Puede ser una buena guía para vincular poco a poco el crecimiento económico al incremento de la felicidad de todos. Y es que —como decía Benjamin Franklin- «la felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días».