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JUEVES, 17. Acudo al colegio de Inés para contar un cuento a los niños. El proceso de selección del relato ha sido arduo: no podía haber sangre, ni siquiera de animales (esencial para quien convive estrechamente con Tronya y Allen), ni muertos (¿cómo le explicas a niños de tres años lo de la extinción?), tampoco quería princesas (ya vale con Disney), ni referencias al TIL ni a simbologías subversivas tipo lacito y demás para no infringir la ley (ultraliberal)…

Lo más complicado fue no hacer referencias a la pobreza y a que no todo el mundo tiene todo lo que quiere para vestir y comer, puesto que elegí «Hansel y Gretel» de los hermanos Grimm, la historia de dos hermanitos cuyos padres no tienen para darles de comer y deciden abandonarlos en el bosque. ¿Y por qué?, me preguntaba Inés una y otra vez. Y mi cabeza daba vueltas vertiginosamente: ¿Decirles que Dios nos ha hecho diferentes, a unos más guapos y ricos y a otros más tontitos y pobres de solemnidad? Hombre, lo de Dios es demasiado socorrido y facilón, ¿y si luego se me hace del tea (carajillo) party?...

Así que lo dejé en que unos tienen trabajo y otros no, unos ganan dinero y otros no, pero no me quedé nada convencido. Menos aún de mi maniobra por disfrazar la violencia final, cuando Gretel empuja a la bruja al interior del horno en el que pretendía cocinar a su hermano Hensel. «¡Y todo se quemó!» exclamé con sonrisa forzada, bobalicona, diría, utilizando la vieja táctica de la tinta de calamar, tan parecida al "no me consta" de Rajoy y Cospedal. Bueno de eso no dije nada. Lo prometo.

VIERNES, 18. Extraordinaria velada cultural en el Ateneo con una mesa redonda sobre el nobel Camus, precedida de una excelente performance de lectura de textos por parte de los magníficos actores Josep Mercadal y Neus Cortés. El impresionante, por insólito, comportamiento ético del escritor francés de Argelia, como a él le gu staba denominarse, sobrevoló el aula ateneística como un majestuoso cóndor. Y es que nunca hincó la rodilla ante el pensamiento políticamente correcto de una intelectualidad francesa colonizada por el marxismo, al que fustigó; se opuso (quizá el único escritor) a la entrega del presidente de la Generalitat Companys a España y nos dejó páginas memorables prematuramente interrumpidas por un trágico accidente.

SÁBADO, 19 . La sosegada lectura de "Canadá" la reciente novela de Richard Ford, me redime de mi pecado veraniego de haber caído en la tentación de tragarme un bestseller, atraído por el señuelo de una editorial respetable. La novela-culebrón (más de quinientas páginas), que va de un escritor sospechoso de un crimen, una lolita desquiciada y de otro escritor que busca el éxito relatando las desventuras de aquel, me tuvo en un sin vivir hasta que, en el último tercio, su delirio argumental, con un sospechoso nuevo en cada capítulo y consejos tipo «pequeño saltamontes» ( pensamiento positivo avant la lettre) por parte del escritor veterano / sospechoso, hizo que desistiera de cualquier esfuerzo y la terminara de mala manera, es decir, saltándome páginas y refugiándome en mis escritores de culto (por cierto, acaba de aparecer un nuevo Ian Mc Ewan en Anagrama y vuelve TC Boyle en Impedimenta).

MARTES, 22. A la luz de las noticias rememoro aquellos lejanos tiempos en que un eximio gobernador civil, creo que de Baleares, precisamente, soltó aquella prenda de que «se metan Europa donde les quepa», indignado por las protestas en las capitales europeas por alguna que otra fechoría del gobierno de Franco. Hoy leo soflamas parecidas, incluso llamadas a la insumisión, a raíz de la previsible sentencia de la corte de Estrasburgo sobre la llamada "doctrina Parot", apaño leguleyo urdido deprisa y corriendo, para prolongar la estancia de una sanguinaria etarra en la cárcel, contraviniendo el elemental principio jurídico de no aplicar leyes retroactivamente.No es plato de buen gusto, más bien respugnante, ver a según qué personajes en la calle (después de veintiséis años de reclusión, que tampoco es moco de pavo), pero las chapuzas e imprevisiones (se debió haber legislado correctamente tiempo atrás y de no haberlo hecho son responsables los dos partidos mayoritarios), se pagan tarde o temprano. La pérfida Europa tampoco tiene la culpa esta vez. Y por mucho que se empeñe la FAES, Zapatero no tiene más culpa que los demás, Aznar incluido.

MIÉRCOLES, 23. Lluvia fina de rifirrafes protocolarios entre la Generalitat catalana y el Gobierno español. Pertinaz sequía en propuestas políticas de alto vuelo para encarrilar el conflicto. ¡País!, que diría Forges.