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La Explanada de Es Castell tiene gafe. Le han echado un mal de ojo o la ha mirado un tuerto. Llego a esta conclusión porque de otra forma es imposible explicarse la sucesión de despropósitos ocurridos en ese lugar desde que en el año 2000 el Ministerio de Defensa sacó a subasta los dos grandes cuarteles de la plaza para sacarse unos eurillos.

Madrid quería hacer caja a costa de un patrimonio de todos los menorquines y los gobernantes de la época en la Isla no estaban por la labor de apoquinar. Como no hubo acuerdo, los sacó a subasta y los adjudicó a un empresario hasta entonces desconocido por estos lares: Vicente Grande. Un mallorquín montado que desembarcaba en Menorca financiado por Sa Nostra, la caja de ahorros controlada por la clase política balear.

Que los dos edificios más emblemáticos de Es Castell fueran a parar a manos privadas no gustó a la izquierda, que se empleó a fondo en retrasar y poner trabas al proyecto. Tuvieron que pasar cuatro años para que se firmara un primer convenio por el que Grande accedía a regalar uno de los cuarteles al municipio a cambio de que le dejaran hacer un hotel y pisos en el segundo.

Pero lo historia no acaba aquí. La crisis del ladrillo hundió el imperio del mallorquín y los cuarteles fueron adjudicados a su gran acreedor, Sa Nostra, en 2010. A la vista del marrón que suponía desarrollar el proyecto y como la caja ya no está para estos trotes los inmuebles se han transferido ahora a la SAREB, el banco malo, para que los liquide.

Lo esperpéntico de este culebrón es que un edificio que era público (Ministerio de Defensa) se lo quedó una caja rescatada con dinero público (Sa Nostra) que lo acaba de traspasar a un banco semipúblico (SAREB) para malvenderlo a un promotor privado para que intente hacer allí lo que buenamente pueda. Menudo negocio para Es Castell.