El municipio más fiel al Partido Popular sufre a menudo las consecuencias de la gestión de este partido en una historia curiosa que se repite. No me atrevo a realizar un diagnóstico, solo a describir algunos síntomas.
Ahora sucede con la educación. La consellera Joana Maria Camps, la delegada insular, Maite Torrent, y el ideólogo, Antoni Camps, proceden del municipio de Ponent. Solo éste último tiene experiencia educativa, como gerente de un centro concertado, y a las otras dos populares les toca pilotar la barca en tiempos de tempestad. La fidelidad se paga con sufrimiento. A Maite Torrent todavía no se le ha oído una declaración sobre el conflicto educativo en ningún idioma conocido.
Otro síntoma que se repite. Un alcalde con empuje, José María de Sintas, no piensa repetir como candidato. No comparte algunas dinámicas partidistas. Los partidos no fomentan las discrepancias, sino las adhesiones incondicionales. El mismo síndrome que padeció otro alcalde del PP con buena imagen pública, Josep Carreto. Nunca entendió y menos compartió las estrategias de partido, que al final agotaron el depósito de ilusión que aportan los novatos.
Con anterioridad se vivió una de las épocas menos transparentes del PPlocal, bajo la batuta de Avel·lí Casasnovas, con el alcalde Brondo como cooperador necesario. El declive se inició el día que Matas abrió la campaña electoral junto al futuro dique de Son Blanc, después de apartar amablemente a Casasnovas de la lista de candidatos. No convenía exhibir lo evidente.
Antes, el protagonismo aciago correspondió a Biel Allès como alcalde, una época en que Joana Maria Camps era concejala y que también vivió con sufrimiento. como ahora, a pesar de las diferencias.
Sería hora que el PP de Ciutadella obtuviera la estabilidad como premio a su fidelidad.
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