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Hay muchas cosas que te pueden sacar de quicio en esta vida. Algunas son importantes y otras parece nimias e insignificantes, sobre todo si la molestia afecta al vecino y no a ti directamente. En este último apartado parece que se ha incluido desde hace ya demasiado tiempo -en estos casos siempre acabo perdiendo las cuentas-, el hecho de que en el municipio de Es Castell no se disponga de una cobertura de internet decente. Sería algo irrelevante si no fuera porque no es uno, sino miles, los vecinos que están pagando una factura de teléfono en la que se ofrece una velocidad de conexión que no obtienen.

También sería anecdótico si no viviéramos en unos tiempos en los que la tecnología se ha convertido en un servicio básico, casi en una necesidad, ya que se nos exige para realizar numerosas gestiones en nuestra vida cotidiana, desde comprar un billete de avión a pagar impuestos. Prácticamente es impensable que un escolar pueda realizar hoy día sus tareas sin las consultas en la red, sin mencionar que hay muchas personas que practican el teletrabajo y se ganan su sueldo frente a la pantalla de un ordenador.

Así que no solo es una cuestión de ocio, a eso se puede llegar con los servicios mínimos que dice cubrir la compañía, eso sí, si eres capaz de disfrutar de una canción on line fragmentada y tomártelo con calma. Al fin y al cabo, peor eran los vinilos rascados por una aguja en el tocadiscos. Se lleva peor la ironía de que las operadoras llamen a domicilio ofreciéndo una conexión a velocidad de vértigo a la que se sabe que, ni pagando, es posible acceder. Mientras tanto, cualquier iniciativa que surge nos remite al Consell y a la instalación de fibra óptica, otro proyecto que se eterniza en el tiempo. La empresa monopolista de la infraestructura se desentiende y el agravio continúa.