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El mahonés Juan Hernández Pons fue platero, grabador de metales, cincelador y repujador; hijo y discípulo de Francisco Hernández Carreras (1794-1868) llegó a superar a su padre y maestro tanto en el aspecto técnico como en el artístico. Su especialidad y mayor maestría fue el grabado en cornalina. Entre sus producciones es famosa la colección de camafeos de numerosos personajes ilustres como Mozart, Bossuet, Gutemberg, Richelieu, Fenelon, Pío VII, La Fontaine y otros muchos. Con esta colección ganó medalla de plata en la Exposición Universal de Barcelona de 1888.

Asimismo destaca en su obra la colección de bustos también grabados en relieve sobre cornalina, en la que figura el camafeo de la Reina regente y su hijo don Alfonso XIII cuando era menor de edad; esta colección fue premiada en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid de 1893. El camafeo mencionado, junto a otros de la primera colección, obra en mi poder como legado de mi padre, quien lo había recibido del suyo, mi abuelo Juan Hernández Sanz. Obra muy hermosa de Hernández Pons es un trabajo de conjunto grabado sobre madreperla representando a Napoleón ante las Pirámides (Museo Hernández Sanz-Hernández Mora).

En cuanto grabador en plata, Juan Hernández Pons pudo competir con los mejores españoles de la época. Así, elaboró la plancha de plata dedicada por el Ayuntamiento de Mahón al Asilo Naval Español en 1893. Entre otras muchas obras se hallan el retrato en relieve de don Rafael Prieto y Caules, algunas de las medallas concejiles usadas por el Ayuntamiento de Mahón, las medallas de la Junta de Fábrica de la Parroquia de Santa María, así como las armas del barón de las Arenas grabadas en su vajilla de plata (Lorenzo Lafuente Vanrell, Revista de Menorca, 1918, pp. 215-216)

Hernández Pons fue también innovador al practicar el grabado en hueco sobre el acero, vaciando troqueles; y con esta técnica acuñó medallas para el Ayuntamiento que se utilizaban para premiar a los alumnos de escuelas municipales. Fue asimismo innovador al ser el primer menorquín que grabó en metal estampillas para substituir la firma autógrafa. Prueba de su reconocida valía, durante el reinado de don Amadeo se hicieron al señor Hernández Pons proposiciones ventajosas para que aceptase un cargo en la Casa de la Moneda que rechazó al no querer abandonar su querida ciudad natal.

Desafortunadamente la platería tradicional, tan en boga en los siglos XVII-XVIII y a lo largo del siglo XIX, fue perdiendo hegemonía manufacturera en el sector a favor del grabado sobre acero, que poco a poco iría abriendo paso a los albores de la bisutería, tan importante también en la Isla hasta tiempos recientes. Asimismo en Menorca a finales del XIX cobró mucho auge la industria de monederos de plata, asentada en talleres industriales dirigidos a una exportación creciente y a satisfacer el consumo interno; de todas formas esta última industria prácticamente desapareció después de la primera guerra mundial, al imponerse otros metales como base de la metalurgia.

Todos estos cambios expuestos explican que la platería y grabado de metales ejercido con tanto éxito por mis antepasados no tuviera mucha continuidad a pesar del genio artístico de Juan Hernández Pons. Mi bisabuelo casó con Margarita Sanz Femenías el 4 de mayo de 1862, quien incorporó a la familia un rico caudal literario y humanista, que heredaría de modo especial su vástago Francisco Hernández Sanz. Margarita era hija de Juan Sanz Roca, traductor del libro pedagógico, espejo de príncipes, de Fenelon, "Aventures de Telémaque" (1717, 1811), del francés al menorquín, Telémac (1822) (Colección Hernández Sanz-Hernández Mora) y sobrina nieta de Joan Roca Vinent, ilustrado de la Sociedad de Cultura establecida en Maó (1778-1785) y cronista del puerto, manuscrito conocido por "Diari de Mahó" (1776-1826), (Colección Hernández Sanz-Hernández Mora). De aquel matrimonio nacieron Francisco y mi abuelo Juan; hermanos muy compenetrados en aficiones comunes como el teatro y la música. Mi abuelo (21/03/1872- 16/11/1958), funcionario de Aduanas, era también violinista y empresario del Teatre Principal de Maó; mientras Francisco (19/06/1863-4/03/1949) escribió su famosa crónica de la ópera y de las diversas representaciones celebradas en nuestro Teatro desde su inauguración (La ópera italiana en la ciudad de Mahón, 1817-1917); por otro lado, no hace falta insistir aquí en la personalidad polifacética y cultural de Francisco Hernández Sanz.