Siempre escuché que las despedidas conllevan tristeza. En mi archivo infantil se encuentran un montón de ellas. Destacaría el triste momento, que llegadas las fiestas de San Juan, mamá Teresa me dejaba en el auto correo de Roselló y Vilafranca, para que pasara una semana en Ciutadella, donde se suponía que debía disfrutar de unas felices vacaciones. Para mí, representaba todo lo contrario. Un auténtico suplicio, "m'enyorava com un porc".
Al rebobinar el carrete de mi memoria infantil, me observo cogida a la cintura de mi madre, estrechándola contra mí en busca de amparo, rogándole no me dejara "en es correu". Por mucho que intentaran explicármelo, yo no entendía que mis padres se separaran de mí a la que decían querer tanto, mandándome tan lejos, encontrándome con gente extraña. Lamento escribirlo, pero es la verdad, si bien eran mis abuelos maternos que me querían con locura, al igual que mis tías y primos, a lo largo del año eran contadas las ocasiones que los veía. Y como dice el refrán, "el roce hace el cariño".
Soy consciente que para muchos esta confesión resultará "molt forta", pero esta es la verdad. Debió pasar un tiempo para que llegara a comprender lo que representaba aquella niña de Mahón para todos ellos.
Han pasado los años, viviendo y viendo a la vez, infinidad de despedidas de todo tipo. A través del tiempo superé los llantos, al amparo del busto de don Augusto Miranda, que impertérrito observaba a la llorona de "can Gori". A escasos metros se encontraba el garaje de la flota de correos hoy autobuses, autocares… Aquel paseo punto de llegada y partida de los coches, haciendo varias paradas al pasar por la Ravaleta frente a la puerta de la actual farmacia Félix Nicolás, y en la Raval, "davant a ca n'Escudero s'esparter", de nuevo recogiendo viajeros, equipajes, y algún que otro recado para Barceló, recadero del correo.
En el mismo carrete fotográfico del que les hablaba, se encuentran grabadas otra clase de despedidas, que no me afectaban y me gustaba observar, me refiero a las de "baixamar" en el tramo de los talleres Manent, junto a las cocheras del carbón y el bar de la señora Alemany que años después se mudaría junto a "la Marina" disponiendo de un estanco "en què trobaves de tot". Ayudándola en su menester su hija Maruja, una jovencita rubia encantadora.
Las despedidas del buque correo eran famosas por el revoloteo de los pañuelos blancos, agitándolos con la mano en lo alto de las cabezas, significativo de un adiós, un hasta pronto. Aquel ir y venir "de mocadors", duraba hasta que el vapor se encontraba donde se confundían el cielo y el mar, las figuras humanas disminuían, tornándose tan pequeñas que ya no había motivo para ejecutar más ejercicios de brazos.
Infinidad de veces venía a ser un hasta nunca jamás, especialmente por parte de soldados que habían pasado el servicio militar en nuestra ciudad, lo que hacía que durante aquellos dos o tres años llegaran a formalizar algún noviazgo, con la particularidad que incluso algunos habían dejado en su pueblo la novia embarazada, debiéndose de casar "deveres i de corrents" antes de venir a la isla. Otros tenían novia allí y aquí, un auténtico galimatías, sin olvidar a los mandos que hacían lo propio, "no tot era cosa de soldats", los jefes no paraban mal.
Como aquella vez que cierto sargento de artillería llegado de un pueblo ribereño de Andalucía, se instaló en una habitación en calidad de realquilado muy cerca de mi casa. Era plantoso, moreno, un guaperas que muy pronto empezó a destacar con su labia lo que le llevó a tener infinidad de moscas y abejas Maya en los Jardines Infanta donde acudían los fines de semana y fiestas de guardar. Un auténtico play-boy. Lo recuerdo en una reunión familiar, sentado a la mesa junto a la que se suponía su novia, sus suegros, sus cuñados " i tota sa parentela".
Aquel varón, para llamarlo de alguna manera y que como tal debía ser considerado, un domingo cualquiera se encontraba de guardia en el cuartel de Cala Corb de Villacarlos y fue requerido por el soldado furriel, anunciándole que tenía visita.
No se trata de un culebrón, esto sucedió tal cual lo escribo, conocí al militar a la supuesta novia y a las personas que llegaron para visitarlo. Su esposa, y tres hijos de 13, 11 y 5 años. Dos chicos y una chica, gente encantadora que no vivió más de un año en Mahón. No soportaron la indiferencia del padre y marido, que continuó las visitas a los jardines. Por aquello de que estaba de guardia iba vestido de militar, no pagaba entrada, etc.
Ignoro cómo debió desarrollarse el encuentro, pero lo que sí me acuerdo que en mi calle todos hablaban de lo mismo. El artillero fue destinado a Llucalari, lejos del ambiente vivido pasando a vagar por Alaior, adonde se desplazaron los suyos. He de suponer que el día que se embarcó de regreso a donde había llegado, pocos abrazos de despedida debió recibir, y mucho menos los consabidos revoloteos de pañuelos. Esto era lo que se conocía como un adiós ni fu ni fa.
Los que sí dejaban notar la alegría de haber finalizado su servicio a la patria eran los marineros. Una gran multitud dejaba verse todo el día de la partida de un punto a otro de la ciudad, cantando y despidiéndose de lugares que habían frecuentado a lo largo de su estancia.
Muchos de ustedes los recordarán con un ramillete de cintas enganchadas en la manga izquierda de su uniforme. Las había de todos los colores y tonalidades, en cada una de ellas escritos diversos nombres de amistades, principalmente muchachas que no habían tenido inconveniente en dedicarles unas palabras bonitas, como por ejemplo:
Haciendo votos, que no te olvides de Mahón.
Para que vuelvas pronto.
Cada vez que bailes el Negro Zumbón, te acordarás de mí.
Mientras tanto al paso de calles y plazas, iban cantando la famosa y popular tonadilla :
"En la ciudad de Mahón, hay un dique flotante, por esto los marineros, siempre van tan elegantes….
Agacha chinchorro y vuelve agachar, que somos cumplidos que nos vamos yaaaaaaaaaa…."
La cancioncilla daba para mucho más, pero tampoco se trata de dedicarme a la canción, con estos renglones seguro que les ha llegado el grato recuerdo.
No se me puede olvidar, que en el interior de la gorra, llevaban cosida la foto de la mujer soñada y sobre la misma una especie de protección "per no fer-la malbé".
Desde pequeña y todavía hoy lo mío ha sido escribir. Y mi relación con Es Diari de toda la vida ha sido y es intensa y apasionada. Empecé a escribir con las cartas de mis vecinos, madres que por mor de no saber de letra, les satisfacía mi escritura dirigida a sus familiares o a sus hijos que se encontraban cumpliendo el servicio militar, unos en Cartagena, otros en san Fernando, o en el Sáhara. No les importaba que faltaran puntos, comas, haches y se confundieran las bes por las uves. Lo que contaba era la manera de saber uno del otro.
Es Diari inicia mañana una nueva etapa. Un cambio para ver de frente el futuro con la integración de UH-Menorca. Yo seguiré escribiendo en las páginas de cultura, todos los sábados, para los que siguen teniendo interés por las "Xerradetes". A los dos medios les deseo que se cumplan los anhelos que los han conducido a su unión, bajo el título de Menorca, "Es diari de tots".
Hasta luego mis queridos lectores, como dijo el filósofo. Hay que renovarse o morir.
"Sort i ventura".
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margarita.caules@gmail.com
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