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El proyecto de aerolínea menorquina es un sueño histórico que no tiene fácil poder convertirse en realidad. Menorca necesita más que nunca de respuestas imaginativas para dar un cambio importante en la mejora de las comunicaciones aéreas. Si aplicamos las mismas recetas los resultados no van a ser distintos. Hay que reconocer que la OSP con Madrid, después de comprobar, por si había dudas, que Ryanair no ofrece estabilidad, es un antídoto a la desaparición de la comunicación con la capital. Sin embargo, generalizar la fórmula de imponer el servicio público en todas las rutas ante la poca oferta privada, tiene el grave inconveniente de las tarifas mínimas, que son excesivas. Así, se garantiza el transporte pero se condena a la Isla a la depresión económica y social. El proyecto de la compañía insular merece el beneficio de la duda, el estudio con mentalidad abierta y el apoyo, en lo posible, de la Administración. El Govern no pondrá dinero público. Es difícil que pueda hacerlo sin incumplir alguna ley. El cambio necesario pasa por reconocer la doble insularidad y aplicar a los menorquines un mayor descuento de residente, que nos haga más iguales al resto de baleares. Al final todo es dinero, del que hace falta un reparto más justo o una tarifa plana suficiente. Es hora de cambiar de rumbo.