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Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día. Esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad.
T.E. Lawrence

En la selección fotográfica sobre la historia de Mediterráneo durante el siglo XX que está actualmente expuesta en el hornabeque de la fortaleza de la Mola, me ha llamado poderosamente la atención el retrato de T. E. Lawrence, más conocido como "Lawrence de Arabia", uno de esos interesantísimos "revoltosos" que a veces la Historia produce.

Hombres de todas las épocas, como el príncipe de Nassau, Teophile la Tour d´Auvergne-Corret, o el propio Nelson (y también mujeres, Virginia Woolf, George Sand, Cecilia Böhl de Faber) se han salido del tablero, (o del tiesto, según se mire). Han sido personas excepcionales cuya inteligencia fue capaz de huir del

Discurso de Valores Dominantes vigente en un momento concreto de la Historia. Gentes contra las que nada ni nadie pudo ni dominar ni adoctrinar, las cuales, además, solían lanzarse con éxito a grandes empresas sin prevenir nada; sin preocuparles los inconvenientes, dejándose sorprender por una realidad que a veces les superaba, pero a la que acababan haciendo suya.

Casualmente muchos de estos, (he tenido varias noticias de ello en varios casos del siglo XVIII, XIX y aún del XX) solían ser hijos ilegítimos (el personaje que nos ocupa por ejemplo) o de baja condición en sociedades en las que la movilidad social era escasa o nula.

T.E. Lawrence fue uno de ellos, un transgresor nato, oficial del Ejército Británico y un hombre indisciplinado militarmente como debe ser, naturalmente, alguien que está por encima de ordenancismos y piensa por si mismo. Indisciplinado con la milicia de "ordeno y mando porque lo digo yo", desde luego, en la que muchas veces se llama disciplinado al que cumple a rajatabla las reglas más por miedo al castigo, que por el sentido del deber. En este sentido T.E. Lawrence no era un disciplinado con el Ejército pero sí lo era consigo mismo, capaz de grandes empresas que le permitieron hacerse perdonar ese saludo militar un tanto deslabazado; tan deslabazado como su descuidado uniforme. Criticado por sus compañeros de armas, envidiosos al fin, en el fondo por no llegarle ni a la suela de los zapatos, que confundían lo que en él era virtud y capacidad con incompetencia.

Pero lo que muchos de sus compañeros le negaban, era reconocido, sin embargo, por algunos altos mandos. El general Allemby, por ejemplo, hombre capaz de descubrir el talento donde lo hubiere y desprovisto de esos prejuicios de que adolecen a algunos generales, los cuales, si la justicia existiera, no hubieran debido pasar de cabo furriel.

Para T.E. Lawrence, la jerarquía y la rígida cadena de mando (esa cadena, que precisamente por rígida, se rompió en Vietnam y acabó con los yankees arrojados al mar por los patriotas del Vietcong), esa cadena, decimos, convenientemente utilizada por nuestro personaje con su natural diplomacia, no era otra cosa que un medio para conseguir sus fines, de muchas mayores altas miras que las de un simple oficial subalterno. Alguien dijo de él que "tenía una extraordinaria capacidad de salirse con la suya calladamente".

"Rígida cadena de mando", decíamos, que en nuestro Ejército, el Español queremos decir, es menos rígida de lo que parece. Qué llamativa frase aquella de nuestras ordenanzas que dice: "En caso de muerte del oficial, tomará el mando el más caracterizado". ¡El más caracterizado! o sea: el soldadito Pepe si hace falta, porque es el que mas cataplines le echó siempre durante las operaciones y posee dotes de mando naturales.

El general Allemby escuchó numerosas veces a Lawrence que se pasaba por el forro de los c. la natural cadena de mando y tenía vía libre en la tienda del jefe.

Hasta aprendió Allemby mucho de sus genialidades y le animó a su extraña y heterodoxa misión de unir a las tribus árabes contra los turcos en favor, no propio de los jeques, sino en última instancia de la causa de los ingleses. La experiencia de Lawrence en cuestiones relativas a Oriente Medio, le vino de joven; de su licenciatura en Historia en Oxford, de donde pasó a Palestina a realizar excavaciones arqueológicas y en cuyo contexto aprendió y asimiló la cultura y lengua árabes y también la vida apasionante y extrema del desierto.

Aleccionado por Allemby, Lawrence se puso con empeño al trabajo y consiguió muchos éxitos en la campaña de Oriente Medio, actuando entre virtudes y vicios inconfesables (los grandes lo tienen todo grande, lo bueno y lo menos bueno) y hubo de sufrir humillaciones sin cuento, como la violación por parte de un oficial turco al ser hecho prisionero. Luctuoso hecho que le marcó para toda la vida y le volvió cruel y sanguinario no dando cuartel a sus prisioneros.

Terminada la contienda mundial Lawrence, hombre discreto y depresivo a la que su creciente fama le apabullaba prefiriendo pasar desapercibido, ejerció de todo: piloto observador, mecánico de aviación, oficial de la Inteligencia Británica, incluso renunciando a sus bien ganadas estrellas de coronel, se alistó como soldado raso en el recién creado cuerpo de carros de combate.

Nuestro personaje murió en Inglaterra a la edad de 47 años en accidente de moto, tratando de evitar en una curva a dos niños que la atravesaban en bicicleta.
Morir cabalgando. No está mal.

Por último: ¿Cómo no caer en la fascinación sobre un hombre que escribió un libro titulado "Los siete pilares de la sabiduría"?