Una leyenda del siglo X refiere que un monje de la abadía de Cluny, que había ido a visitar a su familia, pidió a su llegada algo que comer. Era día de abstinencia. Se le dijo que solo tenían pescado. Pero viendo gallinas en el patio, cogió su báculo y sacrificó a una, entregándola a sus familiares con estas palabras: "Éste es el pescado que pienso comer hoy". "Hijo, ¿es que tenéis dispensa para comer carne en viernes?", "No, respondió el religioso, pero, tratándose de un ave…, no es carne; los peces y las aves, habiendo sido creados al mismo tiempo, tienen un origen común…"
Robar una gallina en España, ha divulgado la prensa virtual en fechas recientes, supone un año de cárcel. Es la condena que un juez de lo Penal de Madrid ha impuesto a un joven por sustraer una gallina de un patio de Las Rozas (Madrid), pese a que el delito, según idénticas fuentes, solo se consideró una tentativa. No se menciona que fuera o fuese considerado un hurto famélico… "La ley es poderosa pero más poderosa es la necesidad…", manifestó Goethe. El acusado fue de inmediato descubierto por la policía y el ave de corral, no dice en qué estado, aunque se supone que impresionado, se pudo redimir sin más dilación…
Según ha estimado el Tribunal de Cuentas, también en otra reciente noticia publicada en los medios digitales, el desliz marbellí del expresidente del Tribunal Supremo se ha concretado en "tan solo" [sic] 2.990 euros. Cantidad que según parece le costó su puesto al alto cargo. Señalan las mismas fuentes, conocedoras del tema, que el citado expresidente ha hecho efectivo el pago del mentado importe descuidado.
Volvamos a la gallina de nuestros días... La condena, recordemos que un año de cárcel, se ha producido pese a que el volátil y pusilánime animal fue tasado en el proceso en "tan solo" cinco euros. Si nos diera por "simplificar" los dos casos en comparativa de gallináceas –parecido peso y misma raza–(y disculpen los exégetas estas relaciones inviables, me imagino que impropias), podríamos aventurar que, en el segundo supuesto, estaríamos hablando de una cifra de 598 gallinas; un bien quisto o un inmenso gallinero, vaya…
Si en el segundo asunto, siempre según los medios, se ha saldado la cuenta pendiente con el abono del peculio distraído; me pregunto, en elevado grado de ingenuidad confesa, aunque amparado en la gracia que de la mano debe ir con la justicia… ¿por qué la primera cuestión no podría sustanciarse de la misma forma?, es decir: con el ingreso de cinco euros, por la tentativa… Alguien sobrado de sapiencia podría pensar –incluso decir–, que no hablamos de lo mismo. Y por mi parte, sin opositar, le daría sin demora toda la razón; por supuesto que no hablamos de lo mismo...
Se observaba todavía (volvamos ahora al monje del introito), en pleno siglo XIII, a Santo Tomás de Aquino, cuyas decisiones resplandecían de autoridad en materias eclesiales, clasificar a las aves como especies de origen acuático…, según nos recuerda Vicente Vega en su Diccionario Ilustrado de Rarezas, Inverosimilitudes y Curiosidades… (Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1962).
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