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Ya han empezado a arder nuestros bosques, es como la fiesta patronal del pirómano que le obliga a ser devoto cada año, puntualmente devoto. Había un dicho antiguo disfrazado de chistecillo que rezaba así: "Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor Conde", pero eso era cuando había más montes privados y más condes, ahora hay menos de todo y no por la cantidad sino más bien por la calidad. Como la leña de un buen pino que va a menos debido a la procesionaria, lo mismo ocurre con la nobleza trasnochada debido a tanto cruce entre galgos y liebres que ha hecho que, la sangre, en la época en que vivimos ya no sea tan azul como se creía sino más bien roja, tan roja como la del vecino del 4º derecha. Eso ha hecho que el monte y quienes lo habitan, su fauna y su flora, sean en su gran mayoría patrimonio de todos. El pirómano de mecha corta y mala leche en abundancia ha pasado a ser de enemigo privado a enemigo público y si por lo que se nos aconseja debemos ir "todos contra el fuego", de echarle mano al incendiario se le debería atar a un pino y que, durante dos semanas, las avionetas contra incendios descargaran sobre él, agua y espuma suficiente hasta que se le enfriaran del todo las malas ideas, porque no hay cura mejor que enfriar las peligrosamente recalentadas azoteas. Tengo un grano de arena en el ojo que me molesta un montón.