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Julio se hace querer porque es cálido y sociable. Los hoteleros lo adoran, pero no son los únicos. No es como febrero, por ejemplo, tan gélido, corto y distante, con aires de grandeza y un carácter oscuro y taciturno, que lo hacen poco dado a salir de casa. Julio tiene un gran poder de atracción por bullicioso, altamente sensual y por andar siempre ligerito de ropa. Dicen que le gusta la cerveza fría, que se mete en todos los jaleos y cuando puede se tumba a la bartola, sobre la arena, viendo atardecer con la sal pegada al cuerpo.

Es un animador nato y tiene montones de amigos. Vecino de Agosto Sofocos, con el que mantiene buenas relaciones, está siempre dispuesto a participar en actividades diversas. De hecho, casi no da abasto de tantas y tantas cosas que se le ofrecen continuamente: conciertos para todos los gustos, cine al aire libre, fiestas, celebraciones, conferencias o exposiciones… cualquier excusa es buena para alternar y pasárselo en grande.

Lee con preocupación, sentado en una terraza, lo que está sucediendo en Egipto, milenaria tierra de faraones. Los países descabezados no saben a ciencia cierta hacia donde van, ni lo que les deparará el futuro: la incertidumbre es una de las terribles plagas que trajo consigo la maldición de la momia, seguramente. Es mucho más fácil perder el control que recuperarlo (eso no deberíamos olvidarlo nunca) y la democracia no se improvisa. Curiosamente, tenemos que ser demócratas para poder ejercer la democracia.

Hoy todo anda confuso, revuelto y soliviantado, piensa Julio, mientras observa a la gente anónima pasando a su alrededor, sin orden ni concierto (el concierto empieza un poco más tarde). Le parece ver al que lo vendió todo para dárselo a los pobres, hablando animadamente con uno que llegó, vio y venció. Otro tipo, que hace el bien sin mirar a quien, está ayudando desinteresadamente al que pensó mal y acertó de lleno. Un narcisista que está esperando a su alter ego, mira de reojo a la chica que madrugó tanto para ver la salida del sol, que luego tuvo que esperar un buen rato… todos están ahí, mezclados entre el bullicio variopinto y desinhibido de los luminosos días estivales.

Hace poco, Julio y sus amigos estuvieron en Punta Nati, contemplando la hermosa puesta de sol. Un espectáculo fascinante. Mucha gente se congregó allí con el mismo propósito. Otros buscaban alcaparras. La belleza del ocaso está siempre llena de misterio y de grandeza. La convicción íntima de que lo oculto seguirá brillando, más allá de nuestra angosta mirada, nos acaba llenando de paz interior y de consuelo.

A pesar de todo, la noche y el día se suceden sin pausa durante un número limitado de veces cada vida. Julio sabe que deberá ceder el paso a los que vienen tras él. Cada uno es distinto, necesario, con sus cosas valiosas y sus propias cualidades. Incluso abril, con sus aguas mil, tiene algo útil que aportar.

Julio tiene muchos amigos en Menorca, que lo esperan con ilusión durante meses. Cuando llega y se encuentran, todo es alegría, serenidad, jolgorio e inolvidables momentos que merecerá la pena recordar… El que deje para mañana lo que puede hacer hoy, cuando pregunte por Julio, le dirán que ya se ha ido.