En otro momento, hubiera escrito: a la tercera va la vencida, en esta ocasión, escribo: A la tercera acabamos de empezar el ciclo de las cenas al fresco. Faltan muchas por celebrarse si Déu vol, a lo que el filatero en forma de interrogatorio añade I per què no ho ha de voler?.
Deseaba ponerme en contacto con las hermanas Gomila Moysi. María Asun y Dora, aquellas niñas que todas las mañanas entraban en la clase a dar el buen día a su padre, don Juan Gomila Beleta del cual en tantas ocasiones hablé, incluso le dediqué mi aportación en el libro que se me invitó a participar, sobre el año de la nieve de 1956.
Y es que el señor Gomila, me dejó huella, me caló hondo, ha sido uno más de estos hombres que tantas veces acude a mi memoria. Gracias, Asun y Dora, os lo agradezco. Muchas gracias, esperando deis un beso a vuestra querida madre, de part de s'àvia Guideta.
Mientras pensaba en el maestro fui bajando por el camino, el que conduce a la era, encontrándome con algunas mujeres, a las que decidimos obsequiarlas con las habas, garbanzos y otras legumbres que en la menguante de junio debimos trillar pero no estaban secas siendo imposible hacerlo. La semana pasada estando a punto, se ejecutó el trabajo junto a sus esposos, todos ellos en paro. Que lástima, quien lo iba a decir que en nuestra isla se llegaría a tal extremo. Así es, lo que nos hace pedir a todos cuantos puedan que tiendan la mano ayudando ya que son muchos los que precisan de trabajo, de comida, de amistad.
De momento varios vecinos del contorno dejan sus tierras, las que no siembran para que ellos lo hagan, de esta manera no habrá de faltarles lo básico, las patatas, pimientos, tomates, berenjenas, melones y sandías. Al mismo tiempo que en una de las rinconadas aprovechando una caseta de còdols, han improvisado un gallinero, en el cual se puede observar algo curioso, tres gallos, guapos, guapos de verdad, los tres por un igual se pasean de manera altanera entre el poblado de las gallinas, sumisas y cabizbajas. ¡Seran bèsties, tanta submissió!. Uno de los aludidos me recordó aquel Napoleón que en un tiempo fue el jefe de nuestro gallinero, altivo y arrogante como jamás habíamos vuelto a ver ninguno.
Debo añadir, antes de que me fugi des cap, que hemos adoptado a un nuevo gato al que llamamos Carpanta, es de tonos negros degradados en grises y blancos, llegó hecho una piltrafa, con hambre atrasada de Dios sabrá cuántas semanas, por el momento ya anda restablecido, todos los días llega puntual a la hora del comedor entre las trece y las trece treinta, el problema está en Marco Polo que a pesar de lo viejo que se ha vuelto, y moverse tan poco por no decir nada, adormilado bajo el porche a mil leguas de distancia alerta su llegada lo que hace que na Mel, salga sulfurosa a recibirlo de malas maneras, está previsto llevarla a algún colegio de verano para que le enseñen buenos modales y cómo congeniar con la vecindad gatuna.
Llegó la noche, parecía uno de esos cuadros firmados por Carlos Mascaró en que la luna llena da luz a la campiña. Una suave brisa inundaba el lugar, por fin había llegado el verano, era la primera noche en que no precisábamos cubrir las espaldas con la rebeca de punto, la que nos hizo pacientemente Nina y nos regaló el dos de septiembre de hace Déu sap quants.
L'amo dejó en el perchero de la entrada es sau, por fin teníamos la estación esperada, los niños se bañaron en la alberca y los mayores nos sentamos en la mesa amparados por los ullastres. Presidiendo la mesa Praxèdies y en cada lado dos amigos, muy queridos, muy apreciados. Carlos Mascaró y su esposa Eugenia. Diría yo, la dulce Eugenia, ya que si bien él es el artista, el hombre importante, ella es la musa inspiradora, la mujer que le da paz y sosiego, le llena de sensibilidad dándole luz y color a su entorno. No me imagino a Carlos sin su Eugenia, igual que no me lo imagino sin sus lápices, ni pinceles, ni sus polvos mágicos los que se trasforman en color, que más tarde el artista de Ferreries tan sabiamente plasma en su tapiz. Especialmente el que tanta fama le ha dado, el azul de sus telas que siempre se asoma, unas veces al borde de un jarrón, otras medio caído en el brazo de un viejo butacón donde la familia siempre tendrá presente el alma de la casa, una madre, una abuela.
Es curioso, el retazo de tejido azul, se encuentra tan asociado a Mascaró, que cada vez que acudo a una de sus exposiciones, sin apenas darme cuenta es lo primero que busco, preguntándome a on deu ser es pedaç blau?
El pasado sábado, escribiendo de Fortuny, me lamentaba de no saber pintar como Carlos Mascaró, por lo que él acto seguido me mandó un correo lamentándose por no saber expresarse como esta servidora, de ser así los dos, pintaríamos, escribiríamos y cuantas cosas mas podríamos hacer desde esta inspiración que tanto nos une, lo viejo, lo antiguo, lo usado, hasta el mismo pensamiento coincide al contemplar un cazo, un perol de los de ir al horno en los que nuestras madres preparaban las berenjenas o las patatas con chuletas i quatre tomàtics.
Dicen los castellanos "es un amor". Efectivamente me lo hago mío y yo que podría ser su hermana mayor, repito Carlos Mascaró es un amor, cautiva hasta al más insensible de los mortales, no hay belleza que llegue más hondo del corazón que sus imágenes. Sensible y humilde como puede ser una máquina de coser de las de antaño, las viejas Singer hilada con hilo blanco y sobre la palestra un pedazo de tela blanca que mas tarde se convertirá en faldón para una adolescente, para una niña en edad de crecer, de hacerse a la vida, de ir experimentando lo que significa tornar grossa, pasando de niña a mujer.
Para esta servidora Carlos Mascaró, significa mucho. Sus correos siempre están presentes. Lector incondicional de mis xerradetes, moviéndonos e inspirándonos las mismas cosas, una escalera encalada con sus escalones pintados de omangre, conduciendo a la cambra, un cesto, o unas abarcas dejadas en uno de sus escalones junto a un pañuelo de llista preguntándonos ¿qué habrá en su interior?
La novedad de la noche fue, comentar la boda de la hija de Mas. Todo un detalle que los menorquines deberíamos agradecer. Primero cambiar la catedral barcelonesa y su boato, por una humilde capilla en un ribereño puerto menorquín. Arrinconar un suntuoso vestido de boda por un traje de lo más sencillo y como remate dio una lección magistral de buen gusto en un momento de crisis eligiendo algo nuestro, algo que nos ha dado fama y a la vez fue un vínculo y uno de los primeros contactos con Barcelona. La manzanilla de Fornells nos unió con las farmacias más acreditadas barcelonesas. Aquella manzanilla que daba un jornal a los fornellers, cortándola de sus tallos preparando sacos que daban un jornal a la maltrecha economía. Embarcándola con el buque correo.
Nos despedimos del grupo, cantando el, Adiós con el corazón… guardándome cuántas cosas bonitas escribiría de mi querido Carlos y que no me atrevo, después de haber sido glossado por los mejores críticos de arte, admirado por Gala, Muñoz y otros tantos, ¿qué podría decir esta servidora? Res, que t'estim Carlos i a tu també Eugenia.
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margarita.caules@gmail.com
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