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Con lo de mito me refiero a una institución que durante años se ha granjeado el calificativo de implacable, una institución que había sabido sobrevivir a la crisis de confianza de las grandes instituciones del Estado (léase monarquía, clase política, senado, etc). Una institución a la que le gustaba ejemplificar su mano dura.

Quien no recuerda a una Lola Flores sentada en el banquillo a finales de los años 80 por defraudar cincuenta millones de las antiguas pesetas al fisco, pidiendo una peseta a cada español para sufragar su deuda. Ella fue la pionera de una larga lista de famosos con los que la Agencia Tributaria quería lanzar un aviso a navegantes de que con los dineros públicos no se podía jugar.

Solo el hecho de recibir una carta de Hacienda ya bastaba para ponernos nerviosos y empezar a sudar.

Ahora, tras conocer los errores cometidos sobre los datos de la hija del Rey, no es extraño pensar que "la agencia" ya no es tan infalible y que si se equivocan con un miembro de la familia real qué no pueden hacer con el pueblo llano.

Las escuetas explicaciones de Montoro (raro en él, ya que se mete en cualquier jardín) argumentando que cada año se procesan mil millones de datos, no convencen.

El mito ha caído. La institución más fiable a la que no se le escapaba nada ha perdido esa imagen de implacable. Aunque no nos engañemos, sigue siendo Hacienda, y más vale no arriesgarse.

Por si acaso yo ya he hecho mi declaración.