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Con estas altas temperaturas que la madre naturaleza nos está regalando, decir que uno se siente arropado es más bien un término que no ayuda que digamos a suavizarlas. Pero es que haga frío o calor, necesitarnos sentirnos arropados y en la protesta, en la falta de conformidad es donde más te sientes apoyado... No sé ustedes, pero yo tengo comprobado que cuanto más me quejo del frío que hace más personas me apoyan y si a ese hecho añado que uno ya está deseando que llegue el calor, todavía mucho más. Y si por el contrario, cuando el calor es agobiante, dices lo bien que te vendría una temperatura algo más invernal, esos mismos van y te apoyan a pies juntillas. En pocas palabras, si quieres tener apoyos a tus tesis, jamás des la razón a nadie, llévales la contraria la tengas o la tenga el otro, decir amén es borreguil, dicen algunos, ellos sabrán el porqué. Y mientras nos vamos preparando para ello, ya comienzan a verse cuerpos lechosos por el letargo invernal en busca de ese ansiado tostado como si fueran bollos frente a la portezuela del horno, echaremos mano de los trajes de baño del pasado verano, daremos la culpa a la poca calidad del tejido cuando esa prenda se resista a ser calzada, en lugar de a ese montón de bocatas que nos hemos ido zampando durante ocho meses cuando la holgada ropa servía de escondrijo a nuestros odiadas doble curvas y tortuosas montañas. Es la canción de siempre, la del verano, la que todos conocemos su letra pero que muy pocos se atreven a tararearla.