TW
0

Felipe Navarro, más conocido por "Yale" en los ambientes periodísticos de hace unas décadas –padre de Julia Navarro, asidua colaboradora en las páginas de opinión de este rotativo; escritora notable–, confesó en sus memorias que, en el desaparecido diario "Pueblo", le presentaba sutilmente a Juan Luis Cebrián, entonces jefe de reporteros, dos epílogos para sus artículos; el primero, que el "exllucmaçaner" siempre rechazaba… y el segundo que invariablemente autorizaba.

Salvadas distancias imposibles, pensando en el cronista ya fallecido, se me ha ocurrido esbozar dos borradores para un suceso que, en el momento de planear este prólogo –sábado por la tarde–, no sé cómo concluirá. Después, finalizada la contienda y con esa ansiedad –que pulula en la boca del estómago de los incondicionales más febriles– que tiende a remitir en lento proceso, me acomodaré al desenlace, intentando una reflexión teóricamente estoica: Si varios equipos compiten es inevitable que algunos ganen y otros pierdan…

A una probabilidad debería llamarla naufragio; la otra contingencia sería –en amable palabra latinoamericana– campeonar…, que, pareciendo nombre de pasodoble o acaso de tango, es sin embargo, según la RAE, un verbo intransitivo con despejado significado: resultar vencedor en una competición. Ya en la media noche del sábado –vencido el cronómetro, que no esa ansiedad que aún ha de permanecer–, la ruleta apunta a naufragio... Porque ¿no deriva de un naufragio la derrota de una empresa y –si de fútbol hablamos– la pérdida de una final o, más inmediato, la pérdida de la máxima categoría?
Pegada su oreja al viejo receptor –nítido el recuerdo–, sintonizaba "Radio Gaceta de los Deportes", atento a la conexión con el corresponsal coruñés, quien, fiel a la cita diaria, con independencia de la situación por la que discurría el cuadro herculino, divulgaba las novedades del cuadro de Riazor. Mi padre, en esa edad en que ya se asume que el dolor está ahí…, pese a que nunca lo confesó, se dejaba llevar, a través de las ondas, con los ojos cerrados en lazo con su memoria, hacia su tierra natal. Nostalgia de la que despertaba, solo en apariencia, cuando el veterano locutor despedía su colaboración radiofónica, como de costumbre, con idénticas palabras: "Desde La Coruña les habló, Enrique Mariñas…"

Ahora, de vuelta al presente y finalizada la liga , no me resultaría difícil imaginar que ambos (Mariñas y él) , que faltan desde hace mucho, no habrían acogido con agrado (y sí con comedida angustia) el reciente "siniestro" del Dépor, después de tantas jornadas de sufrida afición, con tan amargo veredicto. Mientras Riazor llora, y el Dépor espera nuevamente en la puerta de embarque que debe llevarle a la planta inferior –de plata para unos, para otros (incluidos los acreedores) el pozo o acaso el infierno–, me agradaría soñar que, desde donde ahora estén, habrán enjugado –con empatía– esa otra lágrima de pesar que debió resbalarle a la mismísima María Pita; la heroína de Sigrás que –a "lo" Pérez-Reverte– y a la voz de arrebato: "Quien tenga honra, que me siga", no se arredró ante Sir Francis Drake y le dio con la puerta en sus… propósitos.

Más acá en el tiempo, Víctor Hugo dejó dicho que el futuro de los pueblos estaba en manos de la educación, concretamente en manos de los maestros; y acertaba... La partida presupuestaria destinada a 'nuestro' ministerio de Educación, para 2013, se cifró en 1.944,73 millones de euros. Los dos equipos grandes de nuestro futbol, presupuestaron conjuntamente para esta agonizada temporada, en plena crisis, una cifra inmediata a los 1.000 millones de euros; más de la mitad del importe asignado a Educación... ¿Pensaría en estos momentos, el dramaturgo y político francés, que el futuro de los pueblos está en el fútbol…?