Como lo oyes querido lector, no hay crisis.
¿Es que acaso alguien ha puesto una bomba atómica en Fort Knox, el depósito de las reservas de oro de los Estados Unidos, que controla la economía del mundo a través del patrón dólar?
Sí, querido lector, ese billete de 10 euros que aparece en tu cartera y que desaparece en un plis plas en cuanto la abres, no solo es un simple papel y tiene valor (valor de cambio, se entiende) gracias al respaldo del dólar y del oro de Fort Knox. Y de momento es así, aunque puede que ya por poco tiempo y el gigante norteamericano con pies de barro sucumba ante el futuro "patrón yuan", pero de momento las transacciones internacionales todavía se llevan a cabo en dólares.
Ergo no hay crisis.
Una cosa me pregunto antes de continuar mi discurso. ¿El oro de Fort Knox siempre es el mismo o aumenta paulatinamente de volumen? El otro día llamé a Obama para preguntárselo pero Michèle me dijo que estaba reunido.
Bien. vuelvo a lo mío. No hay crisis. No, no hay crisis, lo que hay es un vergonzoso, abyecto, injusto, egoísta, trapacero, amoral e inmoral reparto de la riqueza y no hay que irse muy lejos para verlo: cuando llega el verano, en el puerto de Mahón hay más yates de lujo que nunca. Es como una carrera a ver quien la tiene más larga (la nave).
Por cierto ninguno de estos propietarios de palacios flotantes se suicida, sólo se inflan de marisco sin congelar.
Luego no hay crisis, ¡que va!
Injusto reparto de la riqueza, decía. ¿Y quien dispone que las cosas sean así? La respuesta es obvia: los poderosos que gobiernan globalmente el mundo mundial. Y porqué gobiernan globalmente? Hay varias razones.
En primer lugar, falta un contrapoder que los frene. En tiempos de la URSS no se atrevían a tanto, no solo por la presencia de la potencia soviética, sino también por la fuerza moral de los partidos marxistas situados en los regímenes burgueses, fuerza que provenía de un paradigma, el soviético, que al derrumbarse y mostrar su cara amarga, su inoperancia, sus mentiras, sus gulags y en síntesis su inviabilidad, dejó aquellos desnudos, fanés y descangallados.
Hasta ahora he comentado el porqué empezó todo, es decir la creciente dominación de los egoputas. Ahora hablaremos del cómo.
En 1973 gobernaba en Chile el partido izquierdista de Salvador Allende. Entonces, un país poderoso que todos conocemos y una organización secreta no menos conocida, trabajaron conjuntamente con el golpista Pinochet para derribar el gobierno constitucional del presidente Allende. Conseguido el objetivo, el general vencedor hubo de pagar el precio pactado: implantar en su país un experimento económico dictado por la potencia "amiga": el neoliberalismo.
Yo había oído hablar de Milton Friedman, la escuela de Chicago y el neoliberalismo hace muchos años en la facultad, cuando mi querido amigo y magnífico profesor de la asignatura de historia económica Angel Bahamonde, nos lo contaba. Friedman era para entonces como una sombra, un nombre a recordar para aprobar el examen, nada más. Ahora es la nueva religión que se nos ofrece además como inevitable; cómo la única vía posible, como weltanschuung.
Pues bien, Pinochet pasó a la historia, pero Margaret Thatcher tomó buena nota del experimento y lo aplicó con mano de hierro contra los mineros del carbón y en general contra los desfavorecidos de la sociedad inglesa. No es casualidad que cuando nuestro buen Garzón consiguió meter en la trena (trena de lujo, por supuesto) en Londres al abuelete perverso, la Thatcher le honró con su visita y pronunció aquellas famosas (y significativas) palabra que han quedado en el olvido de esta memoria laxa de hoy en día: "al señor Pinochet los ingleses tenemos mucho que agradecerle". Desde luego ni la visita ni sus palabras aparecieron para nada en la acaramelada película biográfica de la Iron Lady.
Y de la Thatcher a la Merckel, pasando por Maastricht (despido libre y competitividad) y tiro porque me toca.
Sinceramente, yo no sé como no se dan cuenta los poderosos de la que se les vendrá encima como sigan apretando las tuercas. Están ciegos de codicia; son verdaderos Príncipes de las Tinieblas. Por las mismas razones de lo que padece la gente hoy, en el París del Segundo Imperio la gente se tiraba a las barricadas, pero Napoleón III, que era muy listo, derribó los barrios pobres del centro, construyó los grandes bulevares y concentró a los desheredados de la Fortuna en los fabourgs de la periferia. Pronto todos los países del entorno aprendieron la lección y la división social urbana que hasta entonces había sido vertical (por pisos) se tornó horizontal y nacieron las ciudades dormitorio ¿les suena?
En fin, que todo está atado y bien atado, pero no está de más reflexionar sobre la realidad que nos rodea. Información es poder.
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