24/04/13 0:00
Me gusta sumergirme en agua caliente cuando acabo la jornada de trabajo. Ni velas, ni copa de vino, ni la bañera desbordando, solo un poco de agua a una temperatura agradable y espuma, el tiempo justo de desconexión antes de intentar conciliar el sueño. Creía que me merecía ese ratito de relax, y que apilar envases de todos los tamaños y colores, además de montañas de periódicos para el reciclaje por toda la casa, era suficiente para compensar mi despilfarro antiecológico. Pero las recientes reflexiones en el Fórum Europa del ministro de Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, recomendando la ducha fría han echado por tierra todos mis intentos de lavado de conciencia.
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