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La imputación de la hija menor de los Reyes, la Infanta Cristina, hace tiempo que se veía venir, sobre todo después de las siete entregas de documentación, presumiblemente comprometedora por parte del mahonés Diego Torres.

El problema que se le presenta a la monarquía a partir de esa situación, es francamente muy complicado, porque el pueblo llano, no ve lo de Nóos o el llamado caso Urdangarin, solamente como un mal comportamiento de los Duques de Palma, donde el problema nacería y moriría, sino como un caso de corrupción por enriquecimiento ilícito donde miembros de la monarquía estarían presuntamente implicados.

En cuestión de un año, el afecto hacia la Corona ha pasado de ser mayoritario e incuestionable, a ser muy cuestionado, incluso por una prensa que siempre había mantenido un exquisito trato con la Corona.

Lo de la cacería del elefante en Botswana, fue como una especie de levantamiento de la veda, para que los medios de comunicación dejaran atrás lo que hasta ese desafortunado episodio había sido un escrupuloso y cuidado miramiento a la hora de señalar ni siquiera el más mínimo acontecer que pudiera molestar a ningún miembro de la Casa Real, sobre todo a los Reyes. Después de lo de Botswana o a raíz de aquel acontecer, la real familia, pero sobre todo el Rey, no ha parado de tener problemas, aparte de los puramente físicos, que como el mismo monarca dijo muy gráficamente, le han llevado reiteradas veces al "taller". Otros problemas han sido seguramente mucho más dolorosos, y de efectos más antimonárquicos. Lo de la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que atufa a oportunismo mediático o interesada intención de airear, lo que para cualquier otra persona no pasaría de ser un asunto meramente de su privacidad, en estos momentos para algunos, se nota mucho que interesa que sea público y lo más notorio posible. Dicho en román paladino: es como si se estuviera a propio intento dañando lo más posible la imagen del Rey, incluso de paso, la de la monarquía, porque son conceptos inseparables. No se puede dañar la imagen del Rey sin dañar a la institución que encabeza y representa y viceversa. Igual que lo de la herencia millonaria del Conde de Barcelona, que aparte de sorprendente, ha abierto una espita que ya veremos cómo evoluciona y dónde para.
Lo último ha sido la imputación de la Infanta Dña. Cristina de Borbón y Grecia. Un peldaño más de una ya larga escalera y no precisamente para subir, si no para bajar hacia el descrédito y el desafecto.

Una historia la del caso Nóos, que para el mahonés Diego Torres, empieza a ponerse personalmente complicada en septiembre de 2010, cuando es llamado a declarar por el juez como testigo, y aporta (qué se dice pronto) 384 documentos relacionados con los contratos que el Instituto Nóos, suscribió con el Gobierno balear.

Parece que fue a raíz de esa comunicación cuando el juez que instruía la causa, decidió imputarlo, por decirlo de otra manera, para Diego Torres fue como "ir a por lana y salir trasquilado". No se me ocurre otra manera de entender la aportación de un volumen tal de documentos (según lo publicado en prensa), que más que servir para demostrar una inocencia de los hechos, acabaron por hacerle ver al juez, unos indicios de todo lo contrario.

En un registro sobre el caso "Palma Arena", fue cuando surgió la primera sospecha sobre Urdangarin.

De todas maneras me parece sorprendente la capacidad del tal Torres para tener guardados y clasificados tal cantidad de e-mails. Fíjense en el siguiente ejemplo: el día 27-3-2013, Torres entrego 30 nuevos correos al juez, aparte de las otras entregas ya efectuadas; entregas que va dosificando, parece ser según su propia estrategia procesal o vaya usted a saber qué otra estrategia que a mí no se me alcanza.

El problema de que la Infanta esté imputada, se mire por donde se mire, pinta muy mal, porque si finalmente todo queda en "aguas de borrajas", es decir, que no acaba por sentarse ante el juez para ser juzgada, se le recordará a la monarquía aquellas palabras del Rey, cuando afirmó en televisión que todos somos iguales ante la ley, y surgirá de inmediato para el pueblo el unánime reproche. Por otra parte, si finalmente es juzgada y sale libre de toda culpa, pasará exactamente lo mismo. Y si es juzgada y encontrada culpable, será un mazazo demoledor para la corona y especialmente para el Rey. En cualquier caso, es la primera Infanta imputada de la historia europea, por más que en otras casas reales, algunos miembros debieron ser imputados y juzgados por sus irregulares comportamientos.

Conviene decir que a la Infanta, el único privilegio que le otorga nuestra legislación, al igual que a los ministros, es la posibilidad de declarar por escrito cuando son llamados como testigos. En otras legislaciones europeas, también está recogido este "privilegio procesal".

De toda esta lamentable situación, ya avancé hace meses en estas mismas páginas, que el caso Urdangarin, podría llegar a dañar muy gravemente a la monarquía. Ojalá que me hubiera equivocado antes y me equivocara ahora.