Gregorio Caules Llull, posando con traje, chaleco y corbatín, todo ello a la moda, en el estudio de Fotografía Napoleón E. García, calle de Carlos III, 12, Mahón, 1930 (Archivo Margarita Caules)

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Trabajo dedicado a dos amigos entrañables. Juan (de Imatge i So), nieto del señor Florit de la Aserradora Menorquina, y Antonio Seguí, hijo de un amigo íntimo de Gori, al cual ayudó a que se introdujera en el mundo de la construcción pública. A ambos jóvenes les prometí que les ayudaría en sus investigaciones de la fotografía y sus fotógrafos.

Si lo prometido es deuda, ahí queda mi humilde aportación recopilada desde un inicio que no recuerdo. Toda una vida. Uno de mis grandes entretenimientos fue el remover las viejas fotografías que se encontraban en la caja de zapatos. Digo la caja, porque no se trataba de una caja cualquiera. Aquella, la que tenía como mía, se guardaba dentro del ropero donde colgaban tres perchas. El traje negro, uno de gris oscuro de entre tiempo y otro de marrón. Los tres estaban hechos en el taller del señor Luís Aznar, sastre del mecánico de la motora y a la vez amigo. Sí, muy amigos, hasta que el señor Aznar falleció. Lo eran desde que este pasó a trabajar en Le Printemps ( 1912), algo así como el Cristian Dior masculino, en la calle Nueva, donde fue La Barra, "porta per porta amb es Dinaret".

Lo de las perchas lo he escrito porque me apetecía aclarar que el armario de mi casa era particular, como la canción, aún hoy preside uno de los dormitorios de Bini-Repòs. Compuesto de tres cuerpos, en el centro un espejo de luna que cubre los estantes y varios cajones interiores; a cada lado un departamento, el de la izquierda lo usaba mi madre y el de la derecha mi padre, ambos exclusivos para sa roba d'anar mudats, y cosas muy especiales, como debían ser las fotografías, ya que se guardaban en aquel lugar. Disponíamos de otros dos, que comparados con los "atapeits" que se tienen ahora, se hubieran reído de nosotros. No se precisaba de más espacio, la ropa de diario, o de faena, una bata neta i una de bruta, sa d' anar mudats i prou

Volviendo a la caja, añadir que tan solo recurría a la misma en ocasiones muy especiales, al guardar cama por mor de padecer la gripe, o aquella vez, cuando tuve es golls, aún hoy huelo la peste de la negra pomada "Bella Dona", que me untaban el cuello, tras ser cubierto con una tela blanca. Asegurándoles que la habitación quedaba despejada de todo bicho viviente, moscas, mosquitos…

Para que me entretuviera, me dejaban mirar las fotos, una y otra vez, siempre preguntando, y ¿éste quién es?, y ¿ésta cómo se llama? Hasta que me hice una mocita y al preguntar iba anotando detrás nombres, lugar, fechas, todo cuanto podía saber, algo que me alegra, ya que de lo contrario no tendrían valor alguno más que observar viejas imágenes.

Mi padre, siempre tan detallista, tant tocat i posat, añadía la historia del retratista, el que figuraba tras la imagen de cartón. Tengo muy presente la anécdota de uno de aquellos retratistas, que con el tiempo dejo de serlo por la mala fama que tenía en la ciudad, de carácter primitivo, pocos modales o ninguno, muy nervioso, que no soportaba que sus clientes no obedecieran sus ordenes, entre ellas, los niños debían estarse quietos y los mayores posar bajo sus ordenes, cosas muy difíciles de obtener. Los pequeños lloraban cuando tenían ganas y a los mayores solía resultarles peliagudo aguantar una pierna sobre la otra en un tiempo que se les hacía larguísimo, ya que la imagen no se obtenía en un santiamén, entre colocación, posado y que todo estuviera a punto n'hi havia per una bona estona. Mahón era pequeño y las noticias corrían rápido, por esto cuando llegaban fotógrafos de fuera lo primero que se notificaba era su paciencia.

Otra curiosidad que me chocaba era que la fotografía de novios no siempre se realizaba el mismo día de la boda, particularmente entre la gente obrera; una vez casados se replegaven peces y al tener suficientes, se iba y se posaba, es por ello que incluso a veces ya se estaba en estado. Añadir que, cuando un viudo se volvía a casar, estaba prohibido que se hiciera la foto con la nueva desposada açò hagués estat molt mal vist. Por culpa de esta mala interpretación no se pudieron hacer foto de boda mis padres y siempre me he preguntado qué culpa tenía mamá Teresa de la viudez del mecánico de la motora. Tampoco podían fotografiarse es qui havien fet Pasqua abans del Ram, y así podría ir escribiendo infinidad de curiosidades.

Hoy al ver el rumbo que ha cogido el tema de las fotografías antiguas, me alegro, estando convencida que nació allá en los noventa a raíz de las que iba publicando y siempre continúo en ello en mis "xerradetes" y que como ya dije las identificaba como si fueran hijas mías, alegrándome de este nuevo pasatiempo.

Tan solo siempre pedí, y continúo en ello, que se tenga en cuenta su procedencia, la imagen, obtenida por quien sea, es como un poema, como el que escribe a través de su cámara, se le debería respetar. Hagámoslo, será todo un detalle.

A raíz de una entrevista que hice el pasado lunes a Paco Huguet, hijo de Nicolás, fotógrafo ambulante, siempre presente en mi recuerdo, y que muy pronto publicaré, he creído necesario escribir algo a modo de preámbulo sobre datos y curiosidades de aquel mundo, que permanecen en mi archivo, deseosa de compartir. Unos están en mente, otros anotados a modo de curiosidad y gracias al diccionario me entero de que la primera cámara oscura fue la de Cesare Cesariano, un alumno de Leonardo Da Vinci durante el Renacimiento. Por su parte, el científico Georgius Fabricus experimentaba ya con las sales de plata, notando algunas de sus propiedades sensibles. Esto sucedía en 1526.

A principios del siglo XIX, en el año 1826, el científico francés Nicephore obtuvo unas primeras imágenes fotográficas, inéditas, que no pudo fijar permanentemente. La fotografía más antigua que se conserva es una reproducción de la imagen conocida como "Vista desde la ventana, en Le Gras", obtenida en 1826 con la utilización de una cámara oscura y un soporte sensibilizado mediante una emulsión química de sales de plata.

Cuando Niepce comenzó sus investigaciones necesitaba ocho horas de exposición a plena luz del día, para obtener sus imágenes. En 1827, Niepce entró en contacto con Daguerre, que se había interesado por su invento, uniéndose en su trabajo, el cual se firmo poco antes de su muerte en 1833. Desde entonces, Daguerre continuó sus experimentos y en 1839 hizo público con apoyo del Estado francés y gran despliegue mediático su proceso para la obtención de fotografías sobre una superficie de plata pulida a la que denomino daguerrotipo. Resolvía algunos problemas técnicos del procedimiento inicial de Niepce y reducía los tiempos necesarios de exposición.

Fue en 1855 cuando triunfó el sistema de los negativos de colidón húmedo, estas copias a la albúmina fueron el tipo de papel fotográfico más empleado en la segunda mitad del siglo XIX; eran muy artesanales y requerían destrezas manuales, a la vez que conocimientos prácticos de química y física.

Nuestra isla, siempre tan innovadora gracias a su puerto, tan solo tardó cinco años de aquel adelanto a ser retratada. Durante el verano de 1860 la visitó Mr. Victor Grandin, pintor y profesor de fotografía de París, con el siguiente lema: "Tiene el honor de participar al público que durante el poco tiempo que permanecerá en esta ciudad se pone a la disposición de las personas que deseen retratarse, da lecciones de fotografía. Calle San Sebastián 4, casa del señor Antonio Sintes y Gelabert.

En 1862, fue don Francisco Torres el que hacía saber: "Estando de paso en esta ciudad el profesor en fotografía, ofrece sus servicios al público mahonés, advirtiendo que solo permanecerá algunos días. Hace retratos de tarjetas que tan en uso están en el día y también de los más grandes para las familias. Vive en el Cós de Gràcia nº. 35".

En 1869, en el número 73 de la calle de Gracia, se encontraba la Fotografía Hispana, participando al público, quedaba abierta otra vez esta acreditada fotografía, bajo la dirección de D. Gabriel Gelabert, ofreciendo el hermoso brillo, adelanto del sistema Grozat. (No me extrañaría que Gabriel Gelabert fuera el mismo que dio cobijo a Victor Grandin, en la calle de San Sebastián).
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margarita.caules@gmail