Llevo días dándole vueltas a una teoría conspirativa de esas que suelen dar argumentos suficientes como para escribir un 'best seller'. Detrás de cada político hay un chaval o una chavala frustrado que en su infancia perdió una o varias partidas de Monopoli y ahora, años ha, lo intenta compensar mareando la perdiz cambiando y recambiando el sentido del tráfico del callejero de la ciudad o pueblo que dirige. Es una especie de complejo que indistintamente del color político casi todos comparten y que te lleva a formularte un montón de preguntas. La primera, simple, ¿para qué puñetas sirve?
A mí me da que, a parte de una apabullante derrota en el popular juego de comprar y vender calles, hay una intención faraónica. Cuando las vacas estaban gordas y no nos importaba ni la mitad malgastar el dinero, público o de cualquier tipo, como lo hacíamos, el súmmum del político era inaugurar obras magnánimas con su correspondiente foto sonriendo. Ahora como cada euro parece que es más caro de lo que su precio indica habrá quien se conforme cambiando la dirección a algunas calles. O sembrando rotondas por donde pasa.
Ya sabes, amigo lector, 'Menorca, terra de llegenda, terra d'amor, de mar...' y de rotondas. Porque si las cosas siguen así cuando llegue la temporada alta, sí, aquella que va, visto lo visto, de día 1 de agosto a día 31 del mismo mes, seremos la primera isla del planeta en el plan Reserva de la Biosfera y la que tiene más rotondas que turistas. Algún economista habrá que, a posteriori, redacte un informe que rozará el millar de páginas y en el que demostrará empíricamente que las rotondas en cuestión son menos rentables que los turistas. O lo que es lo mismo, que el negocio no interesa, pero habrá quien se comprometa a trabajar duramente para lograr en la próxima temporada que las rotondas gasten más. ¿Potenciar el turismo? 'Si no vienen a Menorca son tontos', pensarán, sentados perezosamente a esperar que el inglés suelte un pastizal para venir a ver una isla llena de playas, caballos, buena comida y rotondas.
Pero a lo que iba. Lo del cambio de sentido de la circulación. Es un poco como lo de la 'H', una soberana tontería. Si gastásemos el mismo tiempo que invertimos en reorganizar el tráfico en pensar cómo crear empleo, a lo mejor a los de abajo nos vuelve a dar igual el milagro de los panes, los peces y las rotondas. Por aquello de estar ocupados trabajando.
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