Chorizos, ladrones, caraduras, sinvergüenzas, y tal. Hay sinónimos para hartarse y cansar al vecino, pero todavía hay quien ingenuamente los llama políticos. Parece mentira lo que se aferran sus señorías al asiento mientras atraviesan una tormenta de acusaciones, críticas y con una jeta que se la pisan sonríen como si ellos no hubiesen hecho nada, si lo han hecho ha sido actuando de buena fe o, en su defecto, han obrado ingenuamente orientados por malas personas que no tienen sentimientos. Se les puede llamar de todo, a excepción de tontos. Porque si algo dejan claro en este país de pandereta es que los que mandan y los de la oposición, se cubren las espaldas.
Circula por internet informaciones en las que se recoge que, por ejemplo, "Dimite el ministro de Defensa alemán por plagiar su tesis doctoral", "Dimite el primer ministro rumano tras las protestas contra los recortes" o "El ministro de Exteriores de Canadá dimite tras reconocer la pérdida de documentos oficiales". Son algunos de los ejemplos de gente que sin ser honrada porque ha hecho trampa, al menos ha tenido la decencia de dar la cara y dimitir. Aquí, somos tan valientes que la cara la damos a través de un televisor en una rueda de prensa esperpéntica en la que no se aceptan preguntas.
Hubo un tiempo en el que me preocupaba que la juventud se fijase en Belén Esteban o cualquier otro ejemplar del circo televisivo mediático como ejemplo a seguir. Visto lo visto, ahora me asusta que los niños quieran llamarse Bárcenas, Urdangarín o Matas, y que las niñas quieran seguir pareciéndose a la 'princesa del pueblo y vizconde de Tele 5'.
Pero a lo que iba, los políticos tienen muy poco de tontos. "Si yo caigo, caeréis todos conmigo", parece que ha amenazado algún imputado y como la mierda en este país nos sale por regla general hasta de las orejas, a más de uno le ha tocado callar la boca por el qué dirán o lo que pueda pasar.
Que nadie se engañe. Ni unos son tan malos ni otros más buenos. La política en este país está en la Unidad de Cuidados Intensivos y no parece que le importe a nadie. A los jóvenes se nos pedirá que votemos, que nos impliquemos y que nos pronunciemos, pero "¿para qué?", diremos nosotros. Ni lo que hay ni lo que viene permite ilusionarse mínimamente. Y como recitaban ciertos poetas de la calle, que son los que sufren de verdad esta condenada crisis, "no hay pan para tanto chorizo".
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