Pues me ha ido muy bien la lectura del ensayo de mi buen amigo Joan Cantavella sobre "La columna periodística", en el que desmenuza el arte (con perdón) de la columna periodística y del columnista, ese individuo o individua, al decir de Elvira Lindo, que tiene la rara habilidad de granjearse unos cuantos enemigos con menos de cuatrocientas palabras (mi madre me lo advirtió proféticamente cuando a los catorce años empecé a publicar en "Es Diari")…
Por si alguien no lo sabía (uno mismo no lo tenía claro), no es lo mismo el artículo que la columna. Dice Cantavella en su libro que el artículo es una unidad en sí mismo: el autor trata de explicar su posición sobre un tema, por lo que empieza y concluye en un solo texto, mientras que la columna es como un engranaje que tiene su continuidad y, por lo tanto, se puede seguir el hilo de un pensamiento a través de cada una de sus entregas.
¿Y qué distingue al buen columnista?, se pregunta Joan al final de su exhaustivo análisis. El buen columnista, concluye el autor, empieza por no referirse a un solo hecho sino que encadena varios de forma natural y se demora lo justo a la hora de exponerlos, y en lo que comenta o en las conclusiones que extrae se tiene que apreciar que no se trata de mera palabrería sino de sólidos argumentos, de sagaces observaciones o de graciosas apreciaciones, lejos de lo que a cualquiera se le ocurre…
¿Mejor callarse ya?
19-I-13
En el funeral de Pipo Mascaró trato de controlar la consternación y la perplejidad estuporosa en que me sumen determinadas actitudes humanas que van más allá de nuestra pacata comprensión de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es natural (una muerte, al fin y al cabo) y lo que es apocalíptico (esta muerte, por ejemplo). Es un sexto sentido que nos permite mantener un cierto rumbo ante los embates normales de la vida. En los trágicos, aterradores, acontecimientos que acabamos de vivir, el barco de las certidumbres zozobra y nosotros naufragamos.
20-I-13
Los que confiaban ciegamente (cegatamente) en que las gentes de orden nos sacarían del marasmo económico sólo con su refulgente presencia y se acabarían las corruptelas y las improvisaciones políticas, todo 'ben aclarit' (¿atado y bien atado?), tienen buenos motivos para reflexionar sin complejos. Y es que el sectarismo ideológico les hacía ignorar un hecho incontrovertible: la corrupción (como la estupidez) es un fenómeno transversal a ideologías y partidos e inherente a la condición humana.
No se va a resolver, o por lo menos paliar, con jaculatorias del tipo "no me temblará la mano", "caiga quien caiga", "quien la hace la paga" "que cada palo aguante su vela", y demás aspavientos comunes a todos los capitostes cuando la hiedra les atenaza a ellos, sino refundando el sistema de partidos, regulando con auditorías externas su financiación, instaurando el sistema de primarias, evitando la colusión de intereses con otras instituciones, exigiendo responsabilidades a quienes incumplan el contrato con la ciudadanía convirtiendo las ofertas electorales en papel mojado, obligando a devolver lo robado, depurando "fundaciones" de ideas más o menos peregrinas y dinero público... ¿Hace falta seguir?
21-I-13
Y muy oportunamente viene Lincoln, la película, donde el sarcástico Tommy Lee Jones nos describe como "la causa más justa se ganó impulsando la corrupción política y con el consentimiento del hombre más puro que he conocido". Y es que incluso el legendario Mr. Abraham era humano…
¿Obama? Su discurso de hoy es estimulante. Sienta bien oír hablar de corregir desigualdades en vez de el mantra de la austeridad a machamartillo, o que nunca seremos libres del todo hasta que no lo sean los homosexuales y /o inmigrantes, la necesidad de combatir el cambio climático… En fin, para los ultracentristas, cosas de pijoprogres. Para el dietarista, una bocanada de aire fresco.
22-I-13
Hablábamos de periodismo y con ello acabaremos hoy. De la columna a la crisis existencial. Suenan tambores de fusión (¿absorción?, ¿integración?) en la prensa insular. La publicidad se ha volatilizado y las nuevas generaciones leen los periódicos on line. Los dos boxeadores, groggy en medio de la lona, se abrazan como último recurso, no hay más tortas / tartas que repartir, o se han repartido / gestionado de forma manifiestamente mejorable, o ambas cosas a la vez. El asunto es que sólo cabe un medio de comunicación en la isla, y el drama es que no cabrán todos los que son…
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