A estas alturas, los Reyes Magos ya saben cómo nos hemos portado y sirve de poco disimular que somos buenos niños y niñas. Hace unos años, cuando Sus Majestades acechaban tal que hoy, a la mayoría nos bastaba con ir a la cama pronto, comernos las verduras, ayudar en casa en la tarea que se nos pidiera y, claro, a quien más, quien menos le daba el pego. Ahora es distinto. ¿Cómo pretendemos sonsacarles algo positivo a los Magos de Oriente jurando y perjurando que hemos sido más buenos que Calimero si con un solo 'click' en el ordenador pueden seguir nuestras aventuras en las redes sociales y vernos en la última borrachera del año o volviendo a casa a las tantas?
Para los que sois unos buenazos de fábrica esto ni os va ni os viene, pero para los que hemos sido unos desastres desde siempre, la tecnología nos lo pone cada vez más difícil. Recuerdo alguna ventana rota por culpa de un mal 'tiro del águila' cuando era un mocoso más en las calles de Alaior, ciudad sin ley. Para no encabronar a Sus Majestades bastaba con hacerte el sueco cuando preguntaban de quién había sido la culpa porque por entonces había tantos niños en el Mundo que, por probabilidad, era imposible que Melchor, Gaspar y Baltasar te pillasen justamente a ti. Algo similar pasaba cuando maquiavélicamente te llenaban el plato de acelgas, brócoli, coliflor y otras delicatesen que debías esconder estratégicamente debajo de la mesa o compartirlas con el perro cuando los mayores no miraban.
Tenías el alma tranquila porque sabías que en ese momento, a no ser que el animal tuviera una vida social muy intensa y se lo contase a sus caninos amigos, el secreto estaba a salvo.
Ahora no. Hemos involucionado hasta el extremo que compartimos con todos las meteduras de pata como si nos diera igual, ignorando el peligro que corremos de que nos vean Sus Majestades y nos hundan en la miseria trayéndonos carbón y, por consiguiente, dejándonos sin juguete que enseñar el lunes en el colegio o en la oficina.
Y sino que se lo pregunten al político que le cortó los testículos a un ciervo y se los puso de sombrero mientras sonría bobaliconamente a la cámara. Por poner un ejemplo. Como aquellos que se graban jugando a 'kamikazes' por las carreteras. A estos, en lugar de traerlos esto o aquello, se los podrían llevar a tomar por... Oriente.
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