Desde lo alto, a vista de pájaro, se divisaba Menorca, con sus tancas, sus casitas, sus bosques, sus piscinas y este maravilloso litoral de blancas calas y dorada arena.
Los ánimos se habían enfriado algo, no en vano antes de subir al pájaro de hierro, el ambiente estaba caldeado, muy caldeado. De pronto se escucharon sones de trompetas, una señora mayor sentada junto a esta servidora, que también es mayor, tal vez mucho más que la que hago alusión, comentó. ¡Aleluya! por fin bajaban los querubines celestiales. La verdad, qué quieren que les diga, en ningún momento creí en aquellos ángeles, ni de noves. Estaba más claro que el agua, los sones de trompeta eran los mismos que de antiguo sonaban en las películas del oeste, mientras cabalgaban los soldados yanquis, al entrar en su cuartel general, aquellos fuertes que tanto inspiraron a los niños jugando a indios.
He de suponer que la mayoría de los lectores ya saben de qué va el tema de este sábado. Pues sí. La cosa va de Ryanair. Algunos de los viajeros del pasado viernes, me sugirieron que lo hiciera, para ellos y para ustedes, estas quatre lletres.
En honor a la verdad toda la verdad y nada más que la verdad, decir que las tres señoritas que nos atendieron el martes 20 con el primero de la mañana, fueron encantadoras que traducido, significa muy correctas, amables y sonrientes algo que los pasajeros también agradecen es un detalle de educación.
Pasaron los días en la ciudad condal y en ningún momento pensé en el regreso con la compañía Ryanair. Si es cierto que por Mahón había escuchado comentarios de toda clase, pero conmigo, repito, se portaron com Déu mana y punto.
Llegué al aeropuerto de Barcelona con dos horas de antelación. Como de costumbre con el autobús es blau, que sale de la plaza Cataluña, con la particularidad, que equivoqué el mismo, debí subir al nº 2, algo que ignoraba, no me había sucedido jamás. Repetí a l'amo en Xec i madona. Ello me llevó a conocer algo más la nueva terminal, subirme al coche verde (gratuito) para dejarme en el antiguo recinto, algo desmantelado, pero esto a mí no me importó en absoluto. La cuestión era llegar a Menorca.
Divisé el cartel de Ryanair, hice cola com Déu mana, la dependienta que me atendió, me recibió ni fu ni fa. Llamándome la atención cómo miraba la foto del carné de identidad y a esta servidora, lo hizo repetidamente amb cara de pocs amics. No obstante le confié mi maleta quedándome la de mano, pero antes tuve que ponerme cuatro jerseis uno encima de otro, una chaqueta y un abrigo, el peso excedía algo.Tan poco, pero las órdenes son las órdenes.
Me planté sobre la escalera mecánica, maleta arrastras, billete de embarque, documento de residente de esta ciudad el mismo que momentos antes había mirado y repasado insistentemente sa des taulell. Continué la ruta. Carné de identidad, en mano, todo apunto. Y empecé a jugar al corre, corre que te pillo, yendo y viniendo entre el laberinto.
Por fin, la primera parada, tal cual un vía crucis. Segunda presentación, del papeleo, carné de identidad, billetes, de embarque, hoja de residente. Y por fin, llegó el momento culminante, el más sexy de la ruta, prevuelo.
Allá a lo lejos me pareció escuchar aquel tema de "larara, larara….", empezando a despojarme del primer jersey, el segundo, y el tercero. Antes me había despojado del abrigo, la chaqueta y por supuesto el cinturón, siempre temerosa de perdre es calçons. Un señor muy amable que venía tras de mí… es un decir, me refiero en la fila, me miraba fijamente por lo que pudiera pasar.
Continúo. Lo deposité en la bandeja, la cual ya va siendo hora que alguien les escuri, ya que la mugre es considerable. Dejé, el collar, la pulsera y nada más, iba sin pendientes. Una joven de chaqueta amarilla, me señaló, que los zapatos también, y el fular. Ahí, la cosa cambió, me vi, casi casi en paños menores, sin zapatos, sin cinturón, caja repleta de trastos, tirando de la maleta, todo ello peinado por un cortinaje negro como el carbón, al paso por el puente investigador. El funcionario de turno, al otro lado, observaba la cantidad de trastos adquiridos, pruebas médicas, camisón, las zapatillas deportivas, aliadas para un buen caminar por la ciudad. Infinidad de papeleo del Museo Marítimo, con el que estoy en trámites de llegar a un feliz acuerdo.
Y cuando iba a dar el gran paso, llegó la sorpresa nº… he perdido la cuenta, alguien muy serio con un aparato detector en mano, me dio el alto. ¡Stop! Quién debió ser el delator? Pit…pit… sonó insistentemente un fuerte pitido. Mientras todos me miraban, el señor que venía detrás de mí, con una mirada intentó preguntarme… a la vez que con su mirar me acusaba… parece mentira… una mujer tan mayor…
Que me registren, hubiera gritado, pobre de mí, por no llevar, ni tan siquiera aros en el sostén, desde que dejé el pecho izquierdo en Dexeus, no puedo usarlos, pero la portera volvía a insistir con lo mismo, y yo, dale que te dale, no señora, no uso esta clase de sujetador. Caparruda més no poder, al pasar sobre mi cuerpo su detector con chivato, como si intentara plancharme, me dio la razón, me sonrió, añadiendo… lo siento. De nada, señora, lo tengo asumido. Dio el visto bueno. Vaig fer un alè gros.
A partir de aquel momento, gracias a la novela de mi autora preferida Ángeles Caso, no me aburrí. Por fin, a través del micrófono se escuchó: los de Menorca embarquen por la puerta tal.
Menuda fila, més llarga que un dia sense pa. Todos con Ryanair, la de las rebajas, la mas económica. Con un plan de diversión, fabuloso, recordándonos como dijo alguien el juego infantil… tabalet, tabalet, ton pare diu que és en aquest y ale, te ha tocado.
Junto a la puerta de embarque, un cajón con ruedas, llamado, comprobador maletero… una chica con cara de pocos amigos te hacía meter la misma para comprobar si habías hecho trampa. No fueras a viajar con la maleta de madera que tu padre usó cuando fue a hacer la mili al Sáhara. Equipajes terminantemente prohibidos, por las nuevas normativas de vuelos. Con la particularidad que mientras, en cambio se veían equipajes de considerables tamaños, que pasaban sin comprobación alguna, con la rabia contenida o tots moros, o tots cristians.
Antes de traspasar la puerta, hacia el túnel, nuevamente entrega de billete de vuelo, carné de identidad y la hoja de residente ¿?. Y por fin, como un sueño inalcanzable. Me encontré de bajada camino hacia el pájaro volador. Algo me esperaba a modo de sorpresa. En la puerta dos jóvenes, nuevamente me pedían toda la documentación. ¿Por qué será?
Añadir, que fuimos tantos los ocupantes y tantas maletas que estas no encontraron lugar en lo alto de nuestras cabezas. Algunas tuvieron que quedar entre las piernas.
Pero las sorpresas no habían finalizado, tal como decía más arriba, faltaban por llegar, los soldados de la caballería montada del Canadá, con sus alegres sones tan característicos que pudimos escuchar a traves de los altavoces, siendo gratamente recibidos por el pasaje que les aplaudió, bravo Ryanair, jamás comprenderé qué les ha sucedido con otros aeropuertos, entre ellos si mal no recuerdo el de Lérida.
Por ultimo y en honor a la verdad, felicitar a Ryanair, porque jamás compañía alguna ni española ni extranjera me había entregado el equipaje con tanta rapidez.
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margarita.caules@gmil.com
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