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Yo, en tu lugar, no seguiría leyendo. Invertiría los cinco minutos que puedas tardar en leer y comprender esta columna en intercambiar cuatro frases con la persona que tienes al lado, si estás en el bar, en preguntarle qué tal le va, o si estás en casa abrazar a tu pareja y decirle algo bonito. Hoy no merece la pena leer este artículo porque sinceramente no dirá nada. Estoy sentado ante el ordenador y por primera vez el espacio en blanco me está ganando la batalla. Para un contador de historias, un juntaletras, un plumilla resulta aterrador quedarse sin ideas. Sufrir un gatillazo es frustrante, en cualquiera de los sentidos, pero todavía más si es de carácter intelectual, como cuando dudas de si 'había' se escribe con 'v' o con 'b'.

Pero a lo que iba, este sábado no tengo nada que decir ni compartir. Nada que criticar, alabar ni interpretar. Por lo que quizás es mejor utilizar el tiempo que tú me ibas a regalar en otros menesteres. Dedícatelos a ti, en pensar cómo te encuentras, en decidir si eres feliz o cuándo fue la última vez que sonreíste. Puedes, quizás, buscar la cura del cáncer, redactar la lista de la compra, o practicar algo de ejercicio porque, seamos sinceros, fracasaste en tu última apuesta contigo mismo en la que te asegurabas que ibas a ir cada día al gimnasio.

Puede que en demasiados momentos de nuestra vida optemos por regalar nuestro tiempo en lugar de disfrutarlo. Me explico. Preferimos mirar una fotografía de una puesta de sol a dejarnos caer por alguno de los parajes de la Isla, que nos cuenten una película en lugar de ir al cine, esperar a que nos abracen mientras podríamos llevar tiempo abrazados o escuchar una explicación antes de intentar comprender por nosotros mismos. Quizás no siempre se tiene que esperar algo.


Si has ignorado mi propuesta y todavía sigues leyendo no creas que te voy a sorprender. Llevarás dos minutos preguntándote a ti mismo si el idiota que firma este artículo te está tomando el pelo o a qué, espero para justificarte el esfuerzo que me has dedicado, llevamos ya sesenta y seis líneas y aún no he dicho nada. ¿A qué espero? 'Tic-tac'. Puede que ahora pienses que quizás no hubiera sido mala idea hacerme caso y hacer otras cosas. Pero ya es tarde, me has ignorado y, encima, terminarás de leer. El señor de al lado ya se ha ido, tu pareja te ha venido a abrazar. Has perdido una bonita oportunidad. Es tarde. ¿No he dicho nada?
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dgelabertpetrus@gmail.com