La fragata "Brandywine" - Archivo Margarita Caules

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Con mi delirio por el puerto mahonés, he llegado a mantener infinidad de contactos, llegando a mantener auténticas amistades allende estos puertos del mundo.
Cantidad de peticiones, entre ellas, el asesinato del guardiamarina Patterson, de la fragata Congreso, efectuado un 28 de octubre en el paseo de la Miranda, años después bautizado de Augusto Miranda.

Pero sintiéndolo mucho, no será en esta ocasión. Como tampoco la historia de aquel cirujano que tuvo que combatir con las brujerías y remedios usados por los hijos de este pueblo. El cirujano americano Jonathan M. Foltz (1810- 1877), si bien antes de situar su llegada en 1838 al hospital que la marina norteamericana había establecido en nuestro puerto, llegaron marinos que intentaron dar a conocer nuestra ciudad a sus paisanos a través de sus escritos.

Con anterioridad a 1825- 1830, los buques conocidos por Mediterranean Squadron en su pasar y traspasar desde Gibraltar a las costas de Oriente. Sus ocupantes dejaron historias de nuestro puerto, de nuestra ciudad que nos enaltece. Aquellos oficiales, entre los que se encontraban maestros de escuela, sacerdotes, fueron escribiendo lo que se podría considerar parte de nuestra historia y que, a petición de un buen amigo, intentaré describir parte de la misma.

La fragata Brandywine, entró el 28 de diciembre de 1825, dispuestos a permanecer anclados hasta la primavera. El comodoro Rodgers, eligió este punto de reunión de la escuadra y estación permanente de invierno, dada su situación y las excelencias de este puerto.

Copio textualmente la descripción que hacía de la rada:
"Sus características, unas tres millas y media de longitud, y un promedio de un cuarto de milla de anchura, con mucho fondo y siendo su anclaje magnífico. En el sur se presenta la orilla tan escarpada que en muchos sitios un navío de 74 cañones puede atracarse y poner la plancha en tierra. La ribera de este lado es alta, en pendiente y cortada por pequeñas cuevas; la tierra que contiene detrás está bien cultivada. En el norte forma la costa pequeñas colinas redondas cubiertas de verdes matorrales, la mayoría sin cercar y sin cultivo alguno. A lo largo de estas colinas se destacan los muros de un Arsenal grande y bien instalado, pero que en la actualidad se halla en completo abandono. Frente a él y unida por un puente, una isleta octogonal, nivelada a costa de gran trabajo, contiene espaciosos almacenes. Todos los buques de la escuadra americana están amarrados a ella, aun que perdido su vistoso porte marinero; todas las manos están ocupadas desaparejando, desmontando, preparando en fin su completa recorrida, y como consecuencia nuestro alojamiento no es de lo más cómodo".

"A un cuarto de la boca del puerto, frente a nosotros, se levanta la ciudad de Mahón. De ella hablaremos luego. El puerto tiene dos islas pequeñas y atractivas, una con un hospital y la otra con un establecimiento cuarentén ario. En la última y en la entrada, existe uno de los mejores lazaretos de Europa, grande, limpio, ventilado, esto es precisamente todo lo contrario de cómo son los lazaretos corrientes. Tiene un perímetro de 1.440 yardas y hay en él ciento cuarenta y un departamentos para alojamiento. Siete almacenes, dos enfermerías y otras muchas instalaciones varias, sin olvidar un lugar decoroso para entierro de católicos, y otro para infieles y protestantes".

"Casi enfrente se encuentran los restos de la fortaleza de San Felipe, una plaza muy fuerte en los días de su esplendor y que es interesante aún. Los ingleses han sido dueños por dos veces de la Isla. Durante su primer periodo de dominación se fortificaron convenientemente queriendo hacer de Mahón un segundo Gibraltar inexpugnable por su gran poder defensivo. En la roca viva practicaron cámaras y galerías en comunicación por todas partes, con objeto de que la guarnición no pudiera ser alcanzada por el enemigo. Se excavaron fosos, se elevaron bastiones y se hizo cuanto pudiera aumentar la resistencia frente a la intrepidez del asaltante. Así esperaron a sus enemigos, los franceses cuya guerra les amenazaba entonces".

"Llegaron estos a asediarles por todas partes y los menorquines, a quienes sus naves habían enriquecido y sus empresas habían hecho felices, que miraban el dominio inglés como la edad de oro de su isla, les negaron su apoyo e incluso el facilitarles provisiones. La guarnición de San Felipe resistió con bravura y sufrió con paciencia, y cual no sería su alegría cuando vio acercarse la numerosa flota que les traía el socorro que anhelaban. Como debieron padecer después al verla maniobrar algún tiempo frente a la escuadra enemiga a la que podía haber vencido y contemplar como se alejaba, dejándoles abandonados a su propia suerte. Pero para la historia de este memorable asedio, así como del consejo de guerra que condenó al almirante inglés Byng y de su muerte, que hubiese borrado desgracias mayores que ésta, acudiré a otro autor. De todas maneras leedlos, el asedio tiene algo de romántico y os gustara. Hace el lugar muy interesante, como he dicho, pero posee aun otro atractivo mayor".

"Hay una cueva en las fortificaciones, que es uno de los rincones más pintorescos que he visto. Tiene riberas verdes, aguas profundas, claras como un cristal, peces que corren en todas direcciones, y ruinas grises, todo ello en el silencio de la más augusta soledad. Aunque está lejos, la cueva de San Esteban será uno de mis lugares favoritos. Al frente de San Felipe está justamente en el norte. En el lado sur está el fuerte de Marlborough, a unas cien yardas del agua. Se puede subir al mismo y el resto recorrerlo por galerías artificiales. Hay otras galerías que nadie sabe a donde conducen. Ésta es la única parte que se conserva, pues el resto fue volado el año 1783 y el rey de España, si no ha convertido su espada en instrumento de labranza, al menos ha convertido en campos de trigo su fortaleza más inexpugnable. Sin embargo, no aumenta su fama esta circunstancia, puesto que fue estipulada por un tratado. Hay allí todavía unos pocos soldados y cañones, pero todo inútil".

"A medio camino, entre el fuerte y Mahón, se halla Georgetown- Villa Carlos, que no se hace notar por nada, excepto por el desenfreno de sus habitantes, que son unos dos mil".
"Mahón es un paraje de aspecto singular visto desde el puerto. Está recortado por un bonito muelle y una hilera de almacenes tras de los cuales se levanta un escarpado perpendicular de rocas de más de ciento cincuenta pies de altura. En muchos sitios son saledizas y peligrosas, y como las casas han sido construidas en el mismo pie, están continuamente amenazadas con su destrucción, la de sus moradores y hasta la de los que pasan por el muelle".

"Se sube por quebraduras abiertas en la peña o por empinados caminos en zigzag. La ciudad tiene trece mil habitantes, las calles son estrechas y mal adoquinadas, pero las casas, que son todas de piedra, están limpias de vetas".

"Los mahoneses son en su mayoría pobres e ignorantes pero activos, ingeniosos y amables, el lugar a los ojos de los americanos parece poblado por curas y mendigos. Éstos asaltan a uno a cada paso con su estribillo en mal inglés 'deme un penique para pan', 'deme un penique para María', dice otro mientras pellizca a la pobre María, una criaturita muerta de hambre que lleva en brazos, para hacerla llorar. Se encuentran muchos curas vestidos de seda o de paño fino, con un sombrero como un tubo de chimenea puesto horizontalmente sobre la cabeza. Hay dos monasterios y un convento de monjas en la ciudad, una catedral y otras iglesias pequeñas".

"La catedral tiene el órgano más hermoso que he oído en mi vida. Las trompas son mil cuatrocientos y posee, además de las notas usuales, un gran número de címbalos, trompetas e imitaciones de la voz humana tan perfectas que es difícil distinguirlas de la música vocal. Lo he recorrido todo. Consta de tres pisos, y el efecto que me produjo fue extraordinario al escucharlo hallándome entre los tubos mientras tocaban abajo. No esta acabado todavía y me dicen que se necesitarán diez mil dólares para terminarlo".
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margarita.caules@gmail.com