Mi viejo amigo, que gozaba hablando y escuchando, se decantaba raras veces por el monólogo. Prefería sin duda el diálogo: reflexionar con sus iguales las diversas cuestiones que arrimaba el momento; y debatirlas con cortesía y con argumentos nacidos de la sinceridad; premisas sin las cuales no inclinaba su ánimo. No obstante, una tarde, vacía la intención de la charla participada, entornó los ojos y se dejó llevar por su memoria, en una huida hacia el pasado; viaje recurrente de los que somos ricos en años, solía matizar con ironía. Antes, a modo de disculpa, acertó a decir que, puntualmente, inducido quizá por la soledad, hablaba solo…; pero no es lo mismo, aclaró, esbozando una cómplice sonrisa. En aquella audición, me confió lo que para él fue una inolvidable lección; para otros, acaso, una "parábola" de avenencia; y para los más, seguramente, un simple y sencillo cuento…
De monólogos y parábolas
01/11/12 0:00
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