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El de la hora quiero decir. Cuando me lean, si es que lo hacen, habrán entrado de pleno en ese experimento vital que cada año nos montan por estas fechas, retrasar las manecillas de los relojes una hora.

Al margen de la gimnasia mental que representa acordarse de hacerlo y si es una más o una menos y además acertarlo en combinación con la fecha que aparece en esa diminuta ventanilla de nuestros relojes, dejarnos media uña en el desbloqueo de esa puñetera manecilla que apenas tocamos en todo el año, yo que quieren que les diga, que para mí sería mejor dejar las cosas como estaban.

Hasta ahora te levantabas y estaba todo oscuro y a partir de hoy, el sol alumbrará tus primeros pasos. ¿Saben?, no sé que es mejor, no ver los problemas a primera hora y medio dormidos o empezar a vislumbrarlos en cuanto ya saltas de la cama.

Por otro lado, si siempre se ha dicho que el horario de verano ayuda a la economía por el ahorro energético y que los días con más luz son más alegres, mejor dejarlo así que son cuatro días tirando largo. Volveremos a oír hablar de los traumas infantiles por el desajuste que ese cambio produce en la psique infantil y nada sobre ese otro que les propinan algunas 'mamis' cuando los plantan ante la "caja boba" para que se entretengan y no molesten.

Y cómo no, ese siempre llegar tarde a las obligaciones por parte de quien siempre ha tenido la costumbre de hacerlo, con reloj o sin él, pero abanderando siempre la célebre excusa de "estos cambios es que te descontrolan!".