Una pregunta lleva días rondándome la cabeza. ¿Cuántas películas del oeste existen? Bueno, en realidad son dos preguntas. ¿IB3 se ha propuesto que nos las traguemos todas? Alguien más se habrá fijado pero la programación de la cadena pública después del informativo del mediodía aburre hasta el absurdo. Puede que haya dos interpretaciones, la primera es que el género, que lleva años en desuso, sea barato y por cuatro chavos te lleves el lote completo de Clint Eastwood, John Wayne y Burt Lancaster y compañía o que la cadena pública nos esté preparando para la que se avecina. Sin más, la ley del más duro y del más fuerte. Habrá quien lo llame programación subliminal.
Reconozco que no es un género que me atraiga, soy más de zombies, marcianos y tiburones, de lo convencional, de las superproducciones, pero quizás debería empezar a aficionarme porque así como van las cosas... Me veo a mí mismo, paseando por Es Carrer Nou, o por la Explanada, con una mirada desafiante, de las que asustan hasta al reflejo de un espejo, un andar lento y marcando cada paso con las piernas en parte arqueadas por culpa montar demasiado a caballo y unas almorranas de campeonato que ellas solas podrían protagonizar un 'western'. De hecho, si lo pienso, Maó los domingos ya sirve como un decorado para un filme de este tipo porque no hay nadie paseando y solamente falta que salga rodando el típico arbusto seco. Quizás es una idea que se podría potenciar si logramos que el género se ponga otra vez de moda...
Porque reconvertir algunos bares en salones típicos de antaño puede ser divertido. Con sus pianolas, sus partiditas de póker con sus correspondientes peleas entre el que ha hecho trampas y el que lo acusa y que suelen acabar en batallas campales, el inconfundible 'clinc' que se oye cuando algún francotirador del escupitajo da en la diana. Puede que quizás no haya tantas diferencias.
Quizá llegará el momento en que después de tanto recorte en sanidad, educación y bienestar social, lo único que nos preocupe es si el whiskey es triple equis o cuádruple equis, del duro o del muy duro. Del que lo mismo te emborracha que te esteriliza una herida.
Puede que a alguien no le guste la idea de volver a tiempos de forajidos, de maleantes, de asaltadores de bancos, de ladrones de ganado, de trileros, tramposos y del bueno, el feo y el malo. Pero por lo menos serían más honrados que los que comandan.
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