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Los sofisticados almacenes "la Rinascente" están situados en una de las galerías de la plaza del Duomo, en Milán. En su séptima planta ofrecen un apartado gastronómico muy especializado, y en buena parte exclusivo para gourmets, que se complementa con unas barras y un restaurante. La terraza de este local te permite cenar frente a frente ("face to face") con un bosque de pináculos y chapiteles del Gótico más depurado. Allí puedes tratar de tú a tú a los tejados de la catedral de Milán, que, justo en frente de tu mesa y no a excesiva distancia, son testigos de tu ingesta.

La catedral de Milán es una de las mejores muestras del arte gótico que convulsionó Europa allá en la baja Edad Media. Comenzada en 1386, no se concluyó hasta mediados del siglo XX. Hace treinta años esta Catedral tenía su tez oscura. Sus piedras y sus mármoles no habían recibido las caricias de la limpieza desde hacía siglos. Pero ¡quien la ha visto y quien la ve! Ahora, después de una rehabilitación que ya dura casi veinte años, la Catedral, esa obra maestra del espíritu europeo inmortal, brilla esplendorosa y ya sólo falta limpiar su aguja más alta, la llamada "Madonnina".

Pero volvamos al restaurante. Los milaneses son maestros en el arte de cocinar el arroz. Lo confeccionan en múltiples formas. Sus restaurantes normalmente saben encontrar el punto de cocción adecuado que evita la destrucción del encanto de ese cereal. En Milán recuerdas que Marco Polo no sólo se trajo de China la pólvora, la seda y los espaguetis, sino que también importó el arroz para adaptarlo al refinamiento europeo.

El restaurante en cuestión se especializa en varios de esos platos. Unos de ellos es el denominado "Rissotto al Moët & Chandon" (con" petchi di salmone salvaggio e la sua uova profumata al limone"). Aconsejan tomarlo con una cerveza belga, "Zoogami", de graduación" media. El resultado de esta "liaison" gastronómica es espectacular y sorprendentemente económico, unos € 30,00.

Mucha gente asume que el champagne "Moët & Chandon" es signo de distinción. En Julio pasado comí con varios familiares míos en el "Set Portes" de Barcelona. Allí me tropecé con quien fuera Presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. Unos meses antes este conocido comisionista e independentista se hizo famoso por las juergas que, aficionado al lujo y al dispendio emocional, se montaba (en "Luz de Gas") sorbiendo, precisamente, litros de "Moët & Chandon". Parece ser que muchos independentistas catalanes comparten inclinación por el "Moët" y las comisiones. Algunos incluso se acostumbraron a vivir de estas y cuando han decaído (ya no hay obras públicas) han tenido que virar hacía un negocio ahora más seguro: la explotación del sentimiento. Este es el negocio de moda actual de una parte de la burguesía catalana: mutarse en independentistas (es decir, continuar siendo comisionistas pero esta vez de la venta de un sentimiento) y continuar sacando suculentos beneficios de ese nuevo producto comercial. Si ahora lo venden al detall, a partir del 25 de Noviembre lo harán al por mayor.

La clase política catalana, antes envuelta en la cuatribarrada y ahora en la estelada (¡c'est la mode!), ha vivido hasta ahora en un ambiente de "dolce vita", en un ambiente Möet & Chandon. Han cobrado (y dilapidado) lo que no está escrito (43.000 millones de euros). Todo parecía perfecto. Impunes, y con sus votos sobrevalorados, vivían en su oasis feliz y pasaban sus vacaciones en Fornells. Pero comenzó la crisis ("La cosa està fumuda, nois. Ens hem d'espavilar") y han tenido que inventarse una nueva fuente de ingresos: la independencia. Porque ¿no están ustedes de acuerdo en que vender esa independencia imposible no es en el fondo sino un negocio más?