Los que ya tengan una edad, o incluso simplemente los que vean la tele -porque creo que se ha reemitido-, se acordaran de un famoso anuncio en el que un niño iba camino al colegio con su cartera en la espalda y a mitad del trayecto se acodaba de que se había olvidado el desayuno. El niño golpeaba su frente y exclamaba: "¡Anda, los Donuts!", ya saben, los fabricantes de rosquillas azucaradas más famosas del mundo. El anuncio se convirtió en un clásico en una época en la que no se hablaba de obesidad infantil y desayunar las rosquillas con agujero se consideraba algo sano y divertido.
Recientemente Nacional Geographic ha elaborado un documental sobre el Bagelhead: modalidad del bodyart (arte corporal) que consiste en inyectarse agua con sal en la frente para conseguir una deformación temporal de la misma.
La moda viene de Japón y al parecer los individuos se someten a una serie de pinchazos de agua con sal que modifican su frente dándole una forma de rosquilla carnosa e inflamada bastante desagradable. Es decir, éstos no se olvidan de los donuts porque directamente se los inyectan en la frente.
Y uno se imagina al joven Hachiro diciéndole a su madre: Okaasan (madre), que ya he encontrado lo que quiero, que ya se lo que es más divertido y rompedor de todo el mundo, que ya no tengo problema con los vertidos radioactivos, la pobreza en la Tierra o lo que haré en un futuro, que lo que realmente es moderno es pincharse agua con sal en la frente y tener un Donut en la cabeza. A que mola, ¿eh?
Y la pobre señora Cho mirará atónita a su hijo y se preguntará: ¿qué puñetas le he puesto hoy al arroz para que el pequeño Hachiro esté tan idiota? A ver si va a ser cosa del anisakis".
Vale que nuestra ignorancia sobre otras culturas nos puede llevar a planteamientos simplistas, vale que la burbuja inmobiliaria explotó en Japón mucho antes que aquí, vale que los habitantes del imperio del sol naciente tienen un avance tecnológico y una capacidad de organización que dista años luz de la nuestra, vale que Youtube está plagado de videos cargados de prejuicios de lo que llamamos "humor amarillo", vale que la discusión entre las ventajas del sushi frente a la paella puede sonar a patriotismo trasnochado, vale que las comparaciones son odiosas, pero me pregunto: ¿por qué unas personas deciden salir a manifestarse en defensa de sus derechos y de una sociedad más justa, aún a riesgo de que una alargada porra deforme sus cabezas, y otras deciden sencillamente chutarse agua con sal en la frente?
Puede que las llamadas "mayorías silenciosas", las que aceptan todo lo que les tiran encima sin rechistar, hayan comido tantos Donuts en su infancia que se están convirtiendo sin darse cuenta en cabezas de rosquilla.
O puede también, queridos lectores, que ante la dificultad para conseguir un mundo más justo ciertas personas vuelquen todas sus energías en conseguir un mundo mucho más loco.
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