Las altas temperaturas han desatado la furia de los pirómanos en Mallorca y aquí han encendido otros fuegos, aunque afortunadamente no son forestales, sino que han prendido en el asfalto.
Los dos focos están en la avenida de Sant Lluís y en un tramo del puerto de Maó, en el primer caso por exceso de vehículos y en el segundo, por defecto. En los dos municipios el 'modus operandi' ha sido el mismo, se ha elegido el mes punta de la temporada para realizar cambios de tráfico, una materia de por sí delicada en un territorio pequeño, con un parque automovilístico que ha crecido más que la población, y que recibe en agosto el grueso de visitantes que, a su vez, también van al volante. El caso es que, en general, no estamos habituados a padecer atascos y tampoco a caminar grandes distancias para disfrutar de las terracitas de verano, aunque a priori la peatonalización queda bien. Es comprensible que ambos ayuntamientos quieran experimentar con nuevas fórmulas y entra dentro de la lógica la resistencia. Pero elegir agosto, el mes por definición para hacer negocio y resarcirse del duro invierno, hace que la sensación térmica en los dos municipios supere ya los 40 grados.
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