Extraordinario ambiente sabatino en la Migjornale, que es tanto manifestación artística de digno nivel como fiesta de la calle. Plétora de menorquines-con clara mayoría mahonesa- circulando por patios y callejuelas. Ambiente de fiesta patronal pero sin agobios peatonales ni aromas etílicos y sus efectos colaterales: en pocas palabras, una delicia menorquina avant la lettre y, por el mismo precio, una inyección intravenosa de optimismo que viene de perlas en el actual ambiente depresivo.
Trampantojo del fotógrafo Lluís Real con su exposición de imágenes de ambiente migjorner que parece retrospectiva, pero que es tan actual- son instantáneas de hace pocos días- como el bochorno que nos envuelve con su manto de felpa. Y es que Es Migjorn es la reserva espiritual de la Menorca profunda, la imagen de una marca que no debemos perder. Entrar en sus casas de la mano del artista, visitar estas pequeñas habitaciones encaladas y repletas de muebles y objetos ahítos de recuerdos, contemplar a sus ciudadanos sentados de tertulia en la puerta de sus casas, es viajar a través del túnel del tiempo, en suma, rejuvenecer... respirar. Seguid conservando las esencias migjorneres, Magdalena, Bep, Paca, Sito, no cambiéis nunca.
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Lo dice el brillante periodista de La Vanguardia Enric Juliana, hoy en Es Diari: "Creo que todos deberíamos hacer un esfuerzo colectivo para no dejarnos llevar por un sentimiento trágico de la situación…" Y tiene razón. La situación es grave, pero no estamos ni de lejos a las puertas de un crack como el de 1929. Redoblar esfuerzos pero tratar de seguir viviendo como si no estuviera ocurriendo. Cambiar la mentalidad, ya no somos ricos, pero no darle vueltas todo el santo día. Luchar para proteger a los más damnificados, resistir para que no se desmantele el Estado del Bienestar sabiendo que nunca volverá a ser lo que estuvo a punto de ser. Suecia, Noruega, Dinamarca son ya el paraíso perdido, la utopía que nunca veremos realizada. Pero no estamos al borde del cadalso. De momento sólo en una sauna y por eso el cronista se va a tomar un baño madrugador a Binidalí. Que no decaiga.
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También en Es Diari dominical: Pep Mir escribe uno de estos comentarios contracorriente que tanto le gustan al escribidor de ínsulas baratarias. Se refiere a la hipotética huelga de celo de la selección española en determinado partido (la califica de "bochornoso espectáculo", si no me equivoco, cito de memoria), para no encontrarse con el equipo estadounidense hasta la final y asegurarse así el metal…
-Han hecho lo que tenían que hacer, era la única forma de conseguir medalla- me espeta un joven sobradamente preparado.
¿Perder a propósito, en el supuesto de que así fuera, en los Juegos es hacer lo que hay que hacer? ¿El fin justifica los medios? ¿Y el fair play? Supongo que la respuesta a una hipotética encuesta sería demoledora a favor del "Sí" sin matices. Y es esa ausencia de matices la que me preocupa.
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Los sesentones estamos inmersos en otra crisis cuya evolución será, contrariamente a la económica, inevitablemente a peor. Somos senectescentes, es decir, adolescentes de la vejez, y ahí estamos aprendiendo a ser viejos, descubriendo epifenómenos un día sí y otro también. Esas pelambreras que afloran de orejas y narices, esas erráticas vénulas de los tobillos, esos dolores de espalda que emigran prodigiosa e incontrolablemente de un sitio a otro y que sobreviven a cualquier extorsión gimnástica, esas cinturas con insólita e indomeñable capacidad de ensanchamiento, resistentes a dietas y suplicios varios, esos glúteos que se lanzan sin paracaídas hacia el suelo, esas mejillas desplomadas, esas próstatas gigantescas, esos pechos incapaces, snif, de desafiar las leyes de la gravedad, esos correajes en el cuello…
Bueno, ¿y qué? ¿Acaso vamos a deprimirnos por ello? Ni esta crisis vital ni la otra, podrán con nosotros, nos gustó la vida a los veinte y nos gusta a los sesenta. Y, ¡ay, amigos!, no adulteréis vuestra sonrisa ni la gestualidad adquirida a lo largo de los años con esa atrocidad de los labios siliconados, la arruga es bella-como la calva- cuando se lleva con naturalidad (dignidad), como lo hacen mis colegas y amigas en abueleces, con quienes departo y comparto experiencias paseando por el muelle, salmonete arriba, salmonete abajo…
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Y no os sintáis pesarosos por aquello que debisteis decir y no dijisteis o por lo que hablasteis y no debisteis: siempre los hay más cretinos. Como ese entrenador de fútbol que afirma que ya no es el, sino simplemente "El Único". Y es que los hay ases, pero otros son una tanca d'ases.
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"Lee menos libros de autoayuda y ayuda más a los otros: ¡esta es la clave de la felicidad!" Juan Manzano, psicólogo y ex monje budista en La Contra de La Vanguardia.
Puede, pero así no se venden montones de libros…
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