Dado que el ambiente político-financiero se ha propuesto este verano no dejarnos tiempo para aburrirnos, seguiremos sus directrices y nos abocaremos en la siempre difícil misión de disentir de unos y de otros.
Digo político porque son ellos los que al final, dictan las normas que de una manera u otra influirán en nuestro bolsillo y ánimo. Digo financiero porque de dicho sector vienen las motivaciones y excusas para que se dicten las enmiendas y tachaduras a nuestra suerte. Y disiento. De algunos y de algunos otros, pero no de todos. O de todos, pero no del todo.
Estos días es noticia todo lo relacionado con el segundo embate a la sanidad pública. Ahora toca el turno a los inmigrantes. Si leyéramos alguna encuesta del CIS seguramente los inmigrantes seguirían en el escalafón a los funcionarios en cuestiones de odio del resto de españoles. Y más aún si de ilegales se trata.
Y en estas que tengo que darle la razón al Gobierno. Pero no toda. Es lógico pensar que quien pertenece a una sociedad y se beneficia de ella, deberá aportar su granito de arena para que ésta funcione. Y por eso se pagan impuestos. Y más impuestos. Y los ilegales, pues eso, al no existir administrativamente, pues no cotizan, y por ende, no participan en el sostenimiento de la sociedad. En cambio, por razones que algunos deberían explicar, sí existen en según qué ordenadores para beneficiarse de los servicios y beneficios.
Y el problema no es de ahora. Ni, aunque parezca increíble, de Zapatero. Tendríamos que remontarnos a Felipe González e incluso tal vez a Suárez. ¡Quién sabe! Y a todos los gobiernos autónomos. Y a todos los gobiernos locales que han permitido su censo. Y a todos los parlamentarios que han permitido que las leyes de extranjería fueran éstas y no otras. Y a los empresarios y hogares que en cierta manera se han aprovechado de estas circunstancias. Y a los arrendadores que han llenado sus arriendos y con ello han contribuido a una desorbitada alza en el precio de los alquileres.
Y si antes le daba la razón, ahora también se la quito, en parte. Si un inmigrante es ilegal, será ilegal para todo. Para trabajar, pero también para cotizar. ¿Acaso se pretende cobrarle un dinero sin dejarle trabajar? ¿Acaso se pretende recuperar parte de las ayudas que, sin hacer públicas, se les hace partícipes? ¿Es un impuesto a la economía sumergida de la que presuntamente deben subsistir?
¿Por qué no ampliar el número de inspectores de la hacienda pública, de trabajo y de tantos otros campos, lo que sin duda redundaría en poner claridad a tanta oscuridad económica? ¿Por qué no legislan tal como hace el resto de Europa en tema de inmigración? ¿Por qué en esto debemos de ser diferentes?
¿No será que efectivamente somos diferentes? Y no sólo en eso, sino en todo. En todo, y más. ¿Estarán los banqueros en el siguiente escalafón en las encuestas del CIS? ¿Seremos capaces de, una vez terminado el odio hacia los funcionarios y a los inmigrantes, dirigir las iras y miras del Gobierno y de los ciudadanos hacia algún banquero etiquetado que presuntamente nos ha arruinado, engañado y proscrito?
¿Se imaginan a algunos banqueros, consejeros y demás presuntos culpables económicos entrando en tropel en los centros penitenciarios? Y puestos a soñar, ¿por qué no soñar con el también ingreso de altos cargos gubernamentales, cooperadores y/o encubridores necesarios de tanto engaño económico? Y ¿por qué no soñar que todo el dinero que se ha perdido es retornado a las arcas públicas?
Y aquí no hay excusas para no actuar. No vale excusarse en que la justicia es un poder independiente, porque quien acusa es el fiscal. Y precisamente éste no es independiente. O no tanto como debería.
Pero dejemos a los banqueros y a sus allegados altos cargos disfrutando del verano a bordo de yates y demás prebendas y ciñámonos a los inmigrantes, verdaderos activos de unas supuestas encuestas del CIS. Y es que este odio que supuestamente les profesamos se nos volverá hacia nosotros.
La ley es clara. Muy clara. Los inmigrantes ilegales deberán ser atendidos sólo en caso de urgencia. Muy bien. ¿A dónde creen que se dirigirá un inmigrante ilegal cuando tenga un resfriado? Pues a urgencias. ¿Dónde acudirá un español cotizante de la SS española cuando esté malito? Pues a urgencias. ¿Y quien habrá en urgencias? Pues con los recortes, ¡menos personal! Y con las últimas leyes, ¡más pacientes! Y se imaginan de quién será la culpa de tanto retraso en atendernos, pues de los médicos, de las enfermeras, de los celadores… quienes por más INRI, ¡ son funcionarios!
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