Qué envidia me dan los chavales y las chavalas que estos días han hecho selectividad... Alguno lo leerá y no me entenderá o pensará que quizá me he vuelto loco. Pero ya se lo encontrarán, ya comprenderán lo que digo y ya les pasará que cuanto más se alejan de aquellos días más apetece revivirlos. Porque esta orgía intelectual, digan lo que digan, es un cachondeo y un despiporre.
Recuerdo que en su día parecía imposible para un vago integral como yo superar tres jornadas seguidas de exámenes y menos teniendo en cuenta que se jugaba la Eurocopa de Portugal 2004 y España, como cada vez, era la más mejor favorita del Universo y que se iba a comer a cualquier rival que se le cruzara por delante. Al final, como era habitual, lo único que nos comimos fueron los mocos.
La selectividad no se pasa, se disfruta. Durante tres días convives con los demás alumnos de Menorca en aulas pequeñas que tienen o merodean tu misma edad. Te enamoras, te reencuentras, conoces a gente nueva, te das cuenta de que en realidad no era para tanto y de que hay mundo más allá de tu pueblo. Se trata de una prueba más en la vida que tienes que superar, donde es más difícil copiar que en la Universidad, pero vaya si se puede, y que supone el penúltimo paso antes de la madurez. Cuando lo pasas, el futuro está a tus pies.
Afloran entonces las preguntas existenciales y en especial: "¿Qué será ahora de mi vida?". Para los que se vayan a estudiar fuera y se independicen por primera vez solo les daré un consejo de yayo cebolleta: "Totes ses deixades són perdudes". Marcharse a vivir a una gran ciudad es la posibilidad de experimentar en primera persona todo aquello con lo que hasta ahora se ha soñado. Serán, sin duda, los cuatro, cinco, seis... ¿Siete? años más felices de vuestras vidas porque las obligaciones serán mínimas -aprobar una carrera está chupado, sobre todo si es de letras, como por ejemplo periodismo- y las posibilidades son infinitas.
Descubriréis que se puede salir de fiesta jueves, viernes y sábado y que ni papá ni mamá se enteran, aunque también aprenderéis a gestionar un ingreso mensual que os harán como si fuera una nómina, la cruda realidad cuando empiezas a trabajar. Reiréis, lloraréis y os daréis cuenta de lo mucho que se echa de menos esta preciosa tierra. Sin que os deis cuenta os haréis mayores y cuando menos lo esperéis estaréis en un diario escribiendo una columna y envidiando como hoy os envidian. 'Seny, sort i ventura!'
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