Me dormí con la tele encendida. Era una noche cualquiera escuchando las noticias de siempre. De este siempre de ahora, de este ahora tan fugaz, de esta fugacidad tan devastadora. Me dormí con la tele encendida y soñé influenciado por lo que oía. Y tuve un sueño extraño, hablado, era una voz que me decía a dónde iba a medida que me adentraba en las entrañas del cansancio y del hastío . Era una voz muda, sobreentendida, una voz de nadie que claramente era la mía. Tuve ese sueño que me hablaba de este mundo, extraño, del ritmo descompasado, del pulso que la avaricia le echaba a la justicia una y otra vez, incansablemente, para entretenerla y desfalcar al futuro alargando sus interminables brazos. Tuve un sueño, mientras el mundo dormía mecido por el temor a despertarse, acorralado por el miedo de seguir durmiendo. Tuve un sueño extraño, narrado, era una voz que me arrancaba desde adentro las ganas de quedarme sin salida, que me invitaba a huir, a pelear por encontrarme ante la puerta, abrirla y comprobar que sí hay fuera. Tuve un sueño que susurraba el paisaje de salir, que murmuraba otro futuro posible, una manera distinta, que dejaba entrever un horizonte más allá de las paredes que levanta la codicia, que había un lugar a donde ir, que había un sitio del que marcharse.
Un salmón en Leteo
La voz dormida
14/05/12 0:00
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